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sábado, noviembre 9, 2024

El gato que escribía poemas que tiraba por la ventana de madrugada

Reportajes

En la calle del Alhelí

César Rito Salinas

En la mesita sobre el escritorio duerme Alejo el sueño de los justos que, pareciera, mantiene la conciencia del deber cumplido; puede aspirar al descanso pleno, que se extiende sobre y dentro de su mullido cuerpo, en un alzar y bajar de su pelaje cuando sube y baja su volumen como producto de la respiración plena, reparadora. Quién fuera Alejo. Atrás del gato la ventana abierta deja entrar a la noche inmóvil, que corre y se desbarranca desde el cerro del Fortín hasta allá abajo donde las luces revientan, como luciérnagas fallidas.

A la manera de E. W. Said, que pedía que el ensayo se saliera de las citas y buscara primero el compromiso con las palabras vecinas y desde ahí su compromiso histórico al enunciar, vago, divago, remo en el mar de las palabras.

Así Alejo cuando duerme y me acompaña en la noche de la escritura; así las letras, esquivas y asertivas -hay un conflicto que nunca será resuelto- que me mantienen atento al detalle, bien atento al significado que llega desde una relación secreta entre los sonidos, profunda, mineral en sus sílabas. Toda escritura viene de su principio, la primera división silábica. Pareciera que las mejores palabras son opositoras, aquellas que andan a contrapelo, que no se halla, como claro de luna (la claridad proviene del día, cuando revienta sobre las cosas la luz del sol; por lo opuesto, si hablamos de luna est9á ya integrada, implícita, la noche, su oscuridad profunda, ¿cómo entonces encontrar sentido en la expresión claro de luna?).

Pero vamos, a esta escritura de la madrugada que se deja guiar por el gato que duerme complacido de ser gato, poderoso, real, faraónico -que observa en su reflejo en el cristal de la ventana, trepado sobre el escritorio.

La madrugada insomne me recuerda que más allá de la almohada cierta está una tonada, que algo existe lejos del cansancio que se rinde al primer cabeceo que anuncia el sueño. Y está Alejo pendiente, muy al pendiente de la madrugada insomne. Uno existe perseguido por ritmos de canciones escuchadas en la infancia, uno se levanta alta la noche a perseguir ritmos que brincan como chinches en el petate, insaciables.

El gato narra, lleva el sortilegio que arma las palabras, las cuentas que penden de la ventana, como puerta de acceso del maldito infierno; porque el gayo ha sido expulsado de la tierra por los humanos, narra el perdedor, el que no cuenta.

Y hay que escribir, cualquier cosa que sorprenda nuestras orejas hay que dejarla por escrito; cualquier palabra. Esta mañana en el impero de la doble A (Arlen-Alejo) echamos un repaso a las palabras dichas y ya hoy caídas en el olvido. Los tres dijimos telegrama, carta, Servicio ¨Postal Mexicano, Telégrafos, teléfonos de la vía pública, que te caiga el 20; llamadas por cobrar ¿la acepta?

Manda dinero, heladas duras.

Y Alejo, mejor conocido como La Bendi, paró oreja y escuchamos a lo lejos un ¡Paquetería! Rotundo. Las palabras suenas, resuenan, tienen alma que muta, migra, trasmigra entre piedras, callejones poblados por ebrios escuadrones de la muerte.

Alejo tiene alma de filólogo resentido, solo religa y recuerda las palabras usadas por sus amigos, los viejos contadores de historias; esta tarde me dijo de su gran amigo Laco, Heraclio Zepeda, comunista él, cuentero, infinito palabroso, poeta de infranqueables geografías, Alejo dijo del libro Asalto nocturno, del mencionado Laco, leído en una lejana noche de mezcales y versos, páginas llenas de exquisita prosa; decía pues del  gato escuchador de las palabras que se desbarrancan en la madrugada hasta el fondo de los desusos, el olvido.

Y llega Alejo al escritorio con sus pisaditas cortas de muñeco de peluche, mullidas, que avanzan como molinito de agua y viento, reme y reme las palabras viajas. ¿A poco usted no quisiera tener un gato que le recordara las palabras de su infancia? En verdad que resulta una bendición.

Poemas arrojados de madrugada por la ventana

El valle

Ocupar el espacio * levantarse* caer* andar como frente al espejo * intentarlo una y otra vez * hacer equilibrio* ocupar el espacio* el aire* ¿Para qué ocupar los signos? * ¿Qué se gana? * resbalarse * caer* ocupar el espejo

Monte Albán

Se lee el mar

los cielos

se lee el pasado la infancia

se leen los autos estacionados junto a las súper tiendas

los televisores los monos

el roble

somos lectores de imágenes

leemos la Biblia

los escotes

las caderas

leemos el cielo

las sombras

¿Qué buscamos?

suspiros

apariencias indicios

rúbricas

presagios

nada

La lluvia en el valle

Lo supe después, antes de entrar a la escuela.

El nombre de la chicharra es cicádidos

Antes de la lluvia repito el nombre, cicádidos,

luego llueve. El gato narra, lleva el sortilegio que arma las palabras, las cuentas que penden de la ventana, como puerta de acceso del maldito infierno; porque el gayo ha sido expulsado de la tierra por los humanos, narra el perdedor, el que no cuenta.

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