César Rito Salinas
Porque si, porque queremos dinero, y bastante, porque este es el juego, la apuesta, porque somos los necios que se mantienen en el juego guiados por el olor del dinero -el color de los billetes- como si fuera el aroma que nos recuerda la comida de nuestra madre; porque tenemos hambre y nunca la podremos saciar.Mi padre, marino militar, decía: nunca te pelees con la cocinera, llegarás a tener días de felicidad si te dejas conducir por las convicciones de tu estómago; ese quemar de las tripas hace el día claro. Comer trae la primera dicha, eso decía el viejo.Vuela y revuela el aire, se columpia entre las piedras, baja con su aliento infernal, caliente; ingresé a la empresa sin esperanzas. Un mal amor, la quiebra financiera, la desesperación me había dejado con urgencias de dinero y sin importar la forma para obtenerlo. La condición del ingreso, no tener mañana; la eficiencia en el desempeño de tu actividad tiene un origen simple, perder toda relevancia de tu propia persona. Al mediodía me punzaba el hígado, estaba en el pueblo que corre junto a la carretera, junto al río, al pie de los montes pelones cargados de cactos, coronados por un cielo que de tan azul te ardían los ojos mirarlo. ___ Hay que entrarle –dijo Marco.Habrá tantas cosas para convencerme, para estar de acuerdo conmigo, argumentos para resistir el cansancio, el aburrimiento que me llega desde la espalda, el pecho y baja hasta las piernas, las entumece, que sube hasta los brazos y me pone distante de mi cuerpo mismo, como en los años de la escuela primaria en que me negaba a salir de casa, sin argumentos, por el sólo placer de ser contrario a lo que decían mis hermanos.El miedo se cobija con las palabras cuando le das vueltas y vueltas a las cosas que no tienen palabras; las palabras surgen en la fracción de segundo previo al miedo –el sitio innombrable-, en la empresa valoran a quien mide el tiempo.Sólo recordamos atmósferas, olores; todo lo demás se olvida, habrá que guiarse por los sentidos.Tiemblo como si aún estuviera en el restaurante de aquella carretera, vuelve a caer el sol sobre mi espalda, el cansancio, la indolencia; regresa el retumbar de los camiones que bajan de la mina hasta el pueblo y con su carga hacen tronar la carretera. En la hora de la comida hay sol, tristeza y moscas, lo recuerdo.El día estaba podrido, sin embargo, estaba junto a la carretera, en el calor; el despreciado de sí mismo, el sin rumbo puede tomar los caminos inesperados que se abren bajo el sol, en el calor; me punzaba el hígado, pero en mi rostro no cargaba gesto alguno.Los médicos me diagnosticaron disfunción eléctrica cerebral, como una epilepsia, espasmos de energía que le otorgan cierta velocidad a los actos, los pensamientos, me recetaron pastillas, pero me negué a tomarlas, nunca me pudieron decir el origen de mi mal, sólo me anticiparon que podría llegar a tener episodios de violencia. Recuerdo épocas de gloria en las islas, los mares, pero regresé a la ciudad; en las calles pega duro el viento frío, la lluvia, hay días de julio en donde el que camina solo no sabe dónde meterse, porque no sabe su final, su destino; la calle nunca termina, buscaba un árbol donde poner a descansar mi ropa de solo.Menina salió a mi paso como quien abre la puerta de su vivienda para llevar la basura al callejón, ella apareció con sus grandes ojos claros, relámpagos protectores bajo la grande luna; cualquiera puede perder el paso en el callejón de la basura, caer entre el olor de los orines de gato, la oscuridad. Me pregunto por qué la gente se preocupa tanto cuando olvida cosas, por qué pretenden recordar con puntualidad los hechos; el cerebro está diseñado para olvidar, sólo a través de juegos de repetición se recuerda el pasado.El pueblo junto a la carretera, había sol, moscas, un trabajo por hacer, eso era todo. Puedo anticipar con precisión las reacciones, el carácter de los demás con tan sólo observar alguna de sus rutinas. Me pregunto de dónde sacamos las ideas locas que cambian nuestros actos, porque de esta locura llegan certezas, la sangre fría, el ojo que mide cada detalle; ella se fue, sólo sabía de responsabilidades con su trabajo en la cocina, me quedé con la luna que asoma entre las estrellas, con los dientes afilados del frío sobre mi pecho.A la reunión llegué despejado –que es la mejor forma para que surjan los acuerdos–, puede escuchar las voces de los militares que se pararon para comer en el negocio de Doña Martina, cinco elementos bajaron de una camioneta con la ropa de campaña camuflada, descolorida de tanto sol.___ Buenas tardes –dijo el oficial.En el grupo de sardos venía una mujer, una joven que pasó directo al baño, se quedaron dos de sus compañeros parados junto a la mesa con el fúsil en la mano mientras los otros dos tomaron asiento, pidieron de comer; cuando regresó Doña Martina con la comida uno por uno pasaron a lavarse las manos, pude ver el rostro de los militares quemado por el sol, fastidiados de aquella vigilancia del camino, rutinaria.___Buenas tardes.Hay gente que piensa y desprecia.Me pesan los brazos, cada que impulso los dedos contra el teclado me pesan las manos, las ideas, los recuerdos; en mis escritos no busco las grandes oraciones, nunca podré poner oleadas de sangre, por ejemplo.Para mí que la luna sólo aparece para buscar los ojos de Menina; la luna se desbarranca sobre el frío cuando ella no aparece.Puedo decir que esta máquina se guía sola, que las imágenes van junto a las palabras que saltan de mis dedos, letras con vida propia, independientes de mi voluntad, de mis recuerdos, de las ganas de escribir; al final de la escritura los bandidos serán quienes cuenten la historia.Antes de las tres pasaron los camiones de carga, retumbó la tierra, las moscas seguían ahí, insaciables bajo aquella luz que achicharra la vista, las pestañas, que vuelve pesados los párpados; de la infancia recuerdo la casa de mis padres junto a la carretera, el retumbar de los muebles cuando pasaban los camiones, hay una soledad grande cuando se está pendiente del tronar de la tierra, se experimenta un como alejarse de los objetos antes de llegar a ellos o un saber que todo lo que te rodea no tiene importancia porque todo está a un instante de derrumbarse.Las letras surgen para hacer menos áspero el hecho de respirar. El que crece junto al camino hace con sus recuerdos un atado y se marcha, sin apegos, ligero; las cosas que se sienten en la infancia, aquellas impresiones nunca confirmadas, hacen el camino para el perseguido.Hay que saber aceptar el desprecio de la suerte; sacarle provecho, en la escritura hay un jugo que se desprecia; buena o mala suerte, aquello que se vierte sin remedio, sin que a nadie le importe. Habitar junto al camino hace que la vida misma se cuestione, eso lo sé desde niño –hay tardes en que me cae una tristeza honda, inabarcable-, en esos días me quedo vacío, sin recuerdos, como un trapo, un muñeco sin cuerda, arrumbado en la esquina; en esos días soy el más eficiente.___ ¿Refresco o agua fresca?___ ¿De qué es el agua?Me dolía el hígado, pero le entré a la comida, carne frita de cerdo en salsa verde, espanté a las moscas que tomaban una siesta sobre el canasto de las tortillas, muy quitadas de la pena las muy cabronas, apuré un trago del agua de tamarindo –el agua de tamarindo es buena para los que padecen estreñimiento, relaciono el tamarindo con el desalojo del dolor, el vaciado de las molestias.Mi madre me curaba el empacho con ayunos y agua de tamarindo.Un militar cuidaba la puerta del baño, había entrado su oficial, era su guarda espaldas que lo seguía a todas partes.___ Hay que entrarle –dijo Marco.Clavó la mirada en mi reloj, en sus ojos pude ver el miedo, el asombro –hay gente que junto al peligro crece como un niño con juguete nuevo, ilusionado-, yo peleaba con las moscas, con la carne de cerdo frita en salsa verde; me contrataron en la empresa para mantener la calma, medir el tiempo, llevar la respiración en la más completa tranquilidad hasta bajar las pulsaciones al mínimo y contemplar con detenimiento –bajarle una rayita a la desesperación que cargan las cosas grandes—, tragar rebanadas de paciencia.Hay que saber esperar, en silencio.En la empresa nos habían dicho que la cosa se pondría grande pasadas las tres de la tarde, en el restaurante, que ya habían puesto a su gente.___ ¿Me podría servir otro poco de agua?En la ventana de la cocina, tras la cortina roja con bolitas blancas, apareció el rostro de Menina, pude ver sus ojos grandes, el gesto de quien no sabe de palabras; la luna sale para socorrer a los desesperados, pensé.A Marco lo tenía enfrente, la cara de niño ansioso, su vista clavada en mi reloj, pude salir de mi cabeza y mirarnos desde lo alto, Marco y yo comiendo como dos amigos que se encuentran en el restaurante de carretera mientras el sol cae a plomo sobre el pueblo que crece junto a los cerros pelones, donde las casas de concreto parecen enormes lagartijas que miran desde la loma.___ ¿Tiene postre?Hay cosas que me ocurren y nunca llego a mencionarlas.De niño me daba miedo verme desde fuera, como en una fotografía aérea, ver lo que hago allá abajo y poner atención al movimiento siguiente, corregir, puedo corregir sin que la gente note que yo mismo me estoy viendo; en silencio, como hombre en primera dispuesto a robarse la segunda, en el béisbol, medir los pasos de una almohadilla a otra, veintiún pasos, dar el brinco y correr con el aire apretado en los pulmones, arrojarme de cabeza con los brazos extendidos hacia adelante a los pies del segunda, que en ese instante salta para capturar la bola que revira el lanzador; como si yo fuera otro.Las palabras se quedan cortas, no pueden vencer al silencio.De niño mi madre me llevó al templo para que las hermanas de la oración me quitaran el maligno que habitaba mi pecho, despertaba en la madrugada, decía cosas con otra voz, mis hermanos tenían miedo.Doña Martina trajo agua para café, puso unas galletas en la mesa.En la empresa dijeron que ese día la mina haría el movimiento del dinero, que lo transbordaban ahí, en el restaurante; para hacer el trabajo pusieron gente.En la cocina hay una chica sorda, la empresa había colocado a una cocinera sorda en el restaurante, Menina; la gente cree hacer el bien cuando tiende la mano al desvalido, Doña Martina lo sabía (en el juego de las apariencias Doña Martina creía ser la verdadera colaboradora, pero era una más en el juego de las apariencias).Los milicos pagaron la cuenta, dieron las gracias y se largaron; los militares aparentan realizar actos de gente normal, pero no son nada normal, cargan fusiles, cómo podría ser normal alguien que va armado hasta la mesa de la comida; Marco seguía con la vista clavada en mi reloj, ansioso.___ Hay que entrarle.A Menina le pude decir quédate, pero no me salieron las palabras; la volví a encontrar en aquel pueblo junto a la carretera, cargaba sus ojos enormes que todo lo miran, sin gestos de sorpresa, metida en su silencio.Hay escritores que llegan a esclarecer los caminos del pensamiento y la acción. Calculé que el vehículo de los militares tomaba camino, puedo escuchar, poner atención y medir la distancia a partir de los sonidos que llegan hasta el sitio donde me encuentro; de todos los trabajadores de la empresa soy el que mejor mide el tiempo.___ Sólo tengo agua caliente para Nescafé.Tardo más en recordar los hechos que en contar la historia; las letras vuelan sobre el lomo de las letras, puedo escuchar su aleteo cuando pasan unas sobre otras, cuando vienen desde lejos y se marchan a un lugar que nadie conoce. Doña Martina puso en la mesa el plato con carne frita de cerdo en salsa verde, apareció Menina tras la ventana. Se agitó la cortina roja con bolitas blancas de la cocina.Las cosas transcurren como metidas en el espacio de la representación, escénicas.La gente guía sus reacciones bajo una noción de la verdad, de lo que ellos creen que es posible que sea la verdad; nadie acepta que pase un hecho extraordinario en una fracción de segundos, se paralizan; a ellos los crecieron con la idea de que la verdad ocurre antes de que su cerebro ordene sus reacciones; los militares recién habían salido del negocio, habrían pasado uno o dos minutos en carretera, cuando les llegue el mensaje de auxilio pasarían otros veinte segundos, en la carretera tardarían unos tres segundos en dar la vuelta, estarían de regreso en minuto y medio, por muy rápido que vuelvan.Lo que se tenía que hacer lo despachamos en cuarenta segundos.La vida toda se consume en un instante, nadie está dispuesto a aceptar este hecho, los segundos importan porque cambian el rumbo de los recuerdos; la empresa me contrata para alterar el tiempo.___ Hay que entrarle –dije a Marco.Ese día en el restaurante del camino hicieron carne de cerdo frita en salsa verde, me dolía el hígado, el sol caía a plomo, tenían agua caliente para Nescafé; retumbó el camino bajo el peso de los grandes camiones, Menina lucía bella, como se mantenía en mi recuerdo; los hombres armados son gente de rutinas irrompibles, mi padre fue marino militar.