César Rito Salinas
Intento ubicar el inicio de las historias, el principio de la expectación. Fueron tantos y tantos años los que me dediqué a memorizar el inicio de las historias célebres: cuatro -dijo el Jaguar. En el inicio del relato está el momento en que el narrador lo hace carne, su sangre; el momento en que quien cuenta cree en la propia historia.
En la poesía se inicia por una relación de sonidos, y desde ahí se levanta el momento: Sobre la campana milenaria/descansa, dormida, una mariposa blanca. El relato parte de la tierra del jamás, inicia con una fundación de movimiento, el espacio dinámico. “Mucho tiempo después frente al pelotón de fusilamiento el coronel Aureliano Buendía había de recordar…”.
En los dos casos -el poema y la narración-, existe un momento fundacional del espacio o la situación en de asuntos que tienen un espacio en nuestra experiencia.
Palabras determinadas dichas en el momento justo, también determinado por un orden celeste, universal.
Para Nabokov, el relato tiene que ver con momentos, narraciones, de los cuentos de hadas por un principio universal que se transmite en todos los pueblos, las naciones: la humanidad sueña con lo extraordinario, acaso milagroso, sorprendente; con ser otros sin dejar de ser nosotros mismos.
Del siglo XV al XVIII cambió la forma de la narración y del poema -luego del Renacimiento florentino dios dejó de ser el centro del universo y se convirtió en un simple mirón-.
Del siglo XVIII al XX, hubo un cambio. Se tuvo conciencia al momento de la creación artística de las cosas bellas, de la perfección a partir de la técnica.
El XX nos encontró con sus vanguardias, Dios y la naturaleza hunana ya no importaban, la belleza quería calle, barrio, contexto social.
Debo anotar que los cambios no fueron de un momento a otro, delimitados como quien corta un a barra de pan. No. Para los pueblos de América existe un periodo que se conoce como el tardío renacimiento español.
Y de las vanguardias parisinas, ¿qué decir? Hay estudiosos que consideran que no existió una corriente de vanguardia que nació el Santiago de Chile y en Brasilia.
Y el XX nos encontró colonialistas, adoradores de los productos que emergían de las capitales culturales. Por ahí estuvo Wilfredo Lan (1902-1982), Alejo Carpentier (1904-1980), los cubanos que contaron otra forma de narrar.
¿Dónde está el inicio?
El periodismo tiene fugado los ojos tras el nuevo periodismo, que, como lo dijo Tom Wolf (1931-2018) en su libro El nuevo periodismo (1973): “Me impulsaba un ansia desatada y artificial hacia algo completamente distinto. Chicago, 1928, y todo lo que eso significaba… reporteros borrachos huidos de los pupitres del News menando en el río al amanecer”.
El nuevo periodismo puso el foco en lo miserable como parte de una exclusión que generaba espectáculo. Muchos siguieron las luces de la marquesina y dejaron de hacer periodismo de sus pueblos, la gente de la esquina, el barrio (tránsfugas de su clase social).
Y acá estamos, sin lectores.
Buscamos todavía el inicio de la historias, las palabras justas dichos en un tiempo exacto, deseosos de que algo brote de la hoja -la pantalla- de papel y vuele, toca, tenga aroma que traiga entre sus notas la llave de tu memoria.