César Rito Salinas
Alguien grita tu nombre entre los cerros que se elevan entre las azoteas. Tu nombre participa en el programa de radio que escucha atento el conductor del camión. La narración responde por tu nombre. En la hora del aguacero la narración lleva tus siglas.
Mambo. Los hombres deben hacer la guerra para conseguir un puesto de pollos rostizados en la esquina, hacer comercio los fines de semana, saludar a las clientas por su nombre (señito), vivir manso junto al humo de la leña que los mantendrá firmes.
La resolana es sabia para motivar el reconciliarse con tu pasado, el puesto ambulante es el mejor sitio para prolongar la vida, calentar la palma de las manos sobre el rojo y el amarillo de las brasas fortifica los huesos, que reciben todo el cansancio de los pies.
Prolonga la vida y agradece la mano que llega a socorrerte con el pocillo del café; prepara tu alma para su progreso.
Combato con placer las ideas que me inculcaron en la infancia, soy feliz contra mi voluntad. Salgo a caminar por las tardes con aguacero, diálogo con los relámpagos. Soy lo que se llama un imprudente que corre y saluda al policía, los vecinos, a las personas desconocidas.
Son tiempos malos para andar con estas confianzas por las calles de una ciudad que arde de violncias, atracos.
Para más señas de mi persona, no fumo, me gusta escribir -aunque en algunas noches de calor y mosquitos dejo mi puesto frente a la máquina para agarrar un libro y buscar otras atmósferas.
El hombre debería hacer la guerra por estas causas que alimentan la muerte tranquila. Yo habito el signo contrario, el insano juicio.
Tengo mala cabeza, decía mi madre.
Me niego a lo ordinario, soy conflicto sin reconciliación, pena en brama: mambo que vuela y busca el silencio.
Los hombres deben hacer la guerra para conseguir un puesto de pollos rostizados en la esquina, hacer comercio los fines de semana, saludar a las clientas por su nombre (bonita), vivir manso junto a la leña que arde mientras el hollín se eleva lento, lleno de convencimiento y alegrías.
