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viernes, octubre 18, 2024

El oso hormiguero

Reportajes

Si no tengo derecho a ser plural en plumas, líbrame de mí.

Eduardo Milán, El nombre es otro

El burócrata tiene la cabeza dura como un coco.

El burócrata de la cultura como el personaje desubicado de un cuento, el que porta la historia oculta.

En la gaveta de su escritorio guarda una botella de Coca Cola, una torta de jamón.

Intento con estos materiales bordear la narrativa. Explico la importancia que tiene el proyectar la obra de un artista plástico en los muros de catedral mientras, al mismo tiempo, se escucha la marimba y una mujer lee poemas en voz alta.

En los tiempos de muros será imprescindible proyectar la belleza, música, que anden sobre la piedra faunos y mujeres de pestañas largas, jirafas y elefantes, caballos, el hato ganadero, leones con melena, ropa puesta a secar en el tendedero bajo las altas pasiones de la distancia, sirenas y desiertos, el oso hormiguero.

El burócrata de vez en cuando baja la mirada a la torta de jamón, discretamente pasa la lengua por sus resecos labios.

El coco duro trata de entender, relaciona todo con la mecánica, pide que presente el proyecto con tres copias. El coco duro pertenece al ejército electoral del partido gobernante, lo reconozco.

Mientras, yo traigo en la cabeza a una mujer con la falda agitada por el viento, las piernas que cubre esa falda oscura, los ojos grandes de la mujer que viste la falda, las pestañas largas de mujer enamorada. Sus ojos entre los cabellos.

Pertenezco al ejército de desempleados que sueñan con un mundo mejor, sigo la mecánica del procedimiento, saco sin pudor pluma y papel en el transporte público, escribo mientras mis labios recuerdan la lengua, las piernas de la mujer que amo.

En el tendedero donde se cuelgan el viento con el sol de la tarde arden los amores. No me resigno a dejar pasar la imagen. Soy la piola del tendedero donde el viento deja la marca de los besos, la escama blanca.

Tengo un poema. Lo pasaré en digital para proyectarlo en el muro de la iglesia. Son tiempos de muros. Los muros hablan me digo cuando descubro que todo me será negado.

Imagino las piernas de la mujer que amo proyectadas contra las piedras, cierta caspa verde de un mundo verde que se desploma. Siempre amaré las faldas cortas, a las mujeres con piernas musculosas; al aire que se cuela entre sus piernas, secretamente transpiradas.

Yo no trabajo con el gobierno. Entre el olor de la piola cuadra todo, recuerdos y pasajes. El aire tiene la facultad de dar peso a lo inasible. El viento con su sintaxis feroz se lleva los pensamientos.

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