César Rito Salinas
La idea que tenemos sobre el Renacimiento nos llega de Burckhardt (Basilea, 18818-1897), quien en su libro La cultura del Renacimiento en Italia, habla del “así llamado Renacimiento”. El volumen fue publicado 1860.
Johan Huizinga discute con el historiador de Basilea, muestra las diferencias y coincidencias en su obra El problema del Renacimiento (1925).
Se puede afirmar lo siguiente: el dilema que existe para delimitar conceptos como Humanismo y Renacimiento –el problema del Renacimiento-, dentro de la Historia del Arte ocupa uno de los conceptos más claros de la falta de independencia de la disciplina histórica, de la dependencia que es causa, al mismo tiempo, de su miseria y de su esplendor: el vínculo que permanece desde su temporalidad.
La misma idea del renacer de la cultura tiene vigencia antigua y relativamente nueva: antigua por la noción cultural que implica, subjetiva, y nueva en cuanto a su concepto objetivo, científico.
Durante la primera mitad del siglo XVI, los que lo vivieron sintieron que se había renacido a la civilización, que retomaron las bases del conocimiento y de la belleza. Esta noción de “renacer” sólo se aplicó a la literatura, al saber y a la poesía -el territorio de “las bellas letras”.
La palabra “humanista”, aplicada a quienes poseían los saberes renacidos, se refería a personajes que estudiaron a Cicerón, quien ya había hablado de los studia humanitatis et literaturum.
El italiano del 1500 consideraba su ´época como un gran sorbo de vida tras una época de decadencia’. Maquiavelo concluye su Dell’arte della guerra exhortando a sus jóvenes lectores a no desesperar, “este país parece haber nacido para resucitare las cosas muertas, como lo vemos en la perfección que están adquiriendo las artes de la poesía, la pintura y la escultura”.
¿A qué se atribuyó ese gran renacer? La sensación estaba repleta de los aspectos éticos y estéticos; el regreso a las fuentes de la sabiduría y de la belleza. Los autores clásicos parecía que estaban llenos de esa pureza, la originalidad del saber, sencillas normas de la belleza y de la virtud.
El primero en aplicar el concepto de forma histórica fue Giorgio Vasari (1511-1574), la palabra renascita fue utilizada por él de forma recurrente para señalar la historia del arte. Para Vasari el máximo esplendor en la historia del arte se dio en en la Antigüedad greco-romana, a la que siguió el tiempo del emperador Constantino, observa en la obra de los florentinos Cimabue y Giotto que abandonaros la tradición bizantina, la vecchia maniera greca y optaron por la buona maniera antica.
Quizá fue Cimabue la “primera causa de la renovación del arte”, en palabras de Vasari y Giotto fue quien “abrió las puertas del camino verdadero a los que tras él elevaron el arte a la perfección y grandeza”.
Vasari fundamentó la renovación que trajo Cimabue y Giotto en la imitación directa de la naturaleza. El retorno a la naturaleza y el retorno a los antiguos. La excelencia del arte antiguo se basaba en que tomó la naturaleza como ejemplo y modelo, la imitación de la naturaleza era el principio del arte.
Antes de Vasari fue Boccaccio quien elevó el trabajo de Giotto como pintor, el mismo Leonardo da Vinci hizo lo propio, en 1489. El propio Erasmo situó el renacer 200 o 300 años antes de su época. Durero sostenía que la pintura fue llevada de nuevo a la luz por las naciones latinas 200 años atrás.
Sin embargo, a lo largo del siglo XVII el sentido de renacer de la cultura perdió vigencia. La idea de un renacimiento de la cultura volvió a tener bríos en el uso crítico, para distinguir los fenómenos históricos. La Ilustración del siglo XVIII retomó el término, en el Dictionnaire historique et critique de Pierre Bayle se encuentra una noción de Renacimiento.
Será Voltaire con su propio punto de vista en el Essai sur les moeurs et l’esprit des nations, obra precursora del modelo de la historia cultural, el que nombrará la noción de evolución de las artes desde la Edad Media.
En tanto, Burckhard encontró en Voltaire la pauta para su trabajo, La cultura del Renacimiento en Italia, donde se sostiene que la matriz del Renacimiento se encuentra en la riqueza y la libertad de las ciudades italianas del medioevo.
Se pueden citar las palabras de Burckhardt que siento inician el debate sobre el concepto y características del renacimiento vigente hasta nuestros días entre los académicos:
Conviene insistir, pues se trata de una de las tesis fundamentales de este libro, en que no fue sólo el renacer de los clásicos, sino su combinación con el genio del pueblo italiano lo que permitió la conquista del mundo occidental