César Rito Salinas
En la idea que nos hacemos de la felicidad
late inseparablemente la de la redención.
Walter Benjamin, Sobre el concepto de historia
Jerome cita a Tristán Tzara: “El pensamiento se forma en la boca”.
Si, yo creo en eso. Cualquier sonido emitido por la boca es medicina, pienso en una canción de cuna zapoteca.
El sonido bucal es la primera medicina, pienso en los Salmos de la Biblia. En mundo está enfermo de violencia, necesitamos medicina de la oración.
Pienso este amanecer en las voces que he podido escuchar en puertos, naciones, islas; navíos, océanos. Todas permanecen adheridas a los recuerdos en el recuerdo por su timbre. La medicina la encontramos en las palabras de la gente, nos hace César, Mayra, Rodrigo, Manuel. Los vecinos viven en boca de la gente.
Ahí debemos encontrar la medicina y nuestro pensamiento.
Bien. Ya.
Afuera suena la torreta del carro de los policías.
El cuchillo atraviesa el aire de la madrugada, en la superficie filosa nace la aurora (las palabras del diario serán luz del nuevo día).
Sobre la mesa húmeda el arma busca la piel (hay calles sin nombre, sitios de la desgracia). El filo corta el aire, se introduce hondo en la textura.
Todo se hace entre la yema de los dedos y la memoria, el filo memoriza la ruta, como la aurora.
La mujer alinea pescado. Siente la talla de la captura por el aroma frente a su rostro. El alto número de escamas. Respira hondo. Todo se hace en la oscuridad, frente al lucero flojo que cuida a la mañana.
La mujer espanta a los gatos, las moscas.
Las bestias que ocupan el aire. Profieren insultos ante que sentir la llama lenta que arde sobre las varas.
La mano extiende el pescado, lo aprisiona entre la mesa y la noche.
Las escamas saltan por los aires, blanca como si la punta de su óvalo la fuera del filo entre los dedos índice y pulgar.
La mujer es pescado. El filo alumbra las vísceras, el rojo oscuro de las branquias.
La mujer unta la palma de su mano con la sangre del pescado; insulta al gato, que se acerca a la mesa, olisquea en atisbo el aroma marino.
El patio recibe al sol de la mañana sobre el tendedero con pescados puestos a secar, colgados por la cola.
Los pescados boca abajo parecen frutos del huerto antes de madurar, con los ojos bien abiertos. Mango tierno a punto de sazón.
La mujer pescado guía sus pasos entre el nombre de sus gatos.
El gato en la ventana observa el patio repleto de piolas y peces. El viento arrulla entre los puños, montoncito de escamas que se arremolina bajo el árbol de mango.
Untado de tierra. El viento corre a levantar la falda de las mujeres o sube a jugar con el sol redondo del mango tierno, verde, y baila cumbia en tus cabellos.