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viernes, noviembre 22, 2024

El sendero en la playa

Reportajes

César Rito Salinas

Por esta playa pasan los políticos, un perro, una cucaracha. Este es el camino del viento, del aire que se detiene en el párpado de las señoritas que se atreven a llegar hasta este extremo del mundo.

Un cielo limpio nos ampara. Hasta esta esquina del mar no llega el ruido de los camiones urbanos, la locura del claxon, el chirriar de ruedas. Esta es una esquina donde el viento y la arena dejaron crecer en un descuido una palmera enana.

Hasta aquí no llegan los niños malcriados que prenden fuego a las plantas, aprendices de chacales, próximos parricidas. O perros con la vejiga repleta que levanta la pata a la menor provocación. O mujeres meonas que buscan arbolito donde esconderse y mientras mean miran correr la tarde, ponerse el sol, y cortan las hojas del arbolito que las cubre en tanto salpican de orín el empeine de sus pies y empinan las nalgas al aire.

Está la luz y el viento y la palmera enana que insiste en confirmar su existencia a un costado del mar y de la reventazón de las olas, de la arena que se enfría mientras cae la tarde y de tanto y tanto aire salitroso que pudre los pulmones de quien lo inhala.

La imagen de la palmera enana en medio de tanto viento y tanto sol que a todas horas van a dar a las aguas del mar.

Aquí existen sólo las olas y su murmullo ensordecedor que repite el nombre de las almas de los marineros sin puerto que penan por los tiempos de los tiempos junto a la palmera enana, la esquina del mundo.

Las almas en pena dicen su nombre en las lenguas que se hablaron y se hablan por los puertos del hombre, desde que el mundo fue creado.

El sonido que producen no es el sonido de las mareas eternas, son los ruidos que salen del dolor de las almas en pena.

Es como el sonido que produce el grito de una madre preñada que olvidó a su hijo en su vientre y se fue por bares y cantinas, fiestas y despeñaderos a olvidar su vida que es la vida de una mujer que sufre y ríe y tiene sexo y no sabe nada de su preñez.

El ruido de las mareas en la playa del mar es como el ruido de lo cotidiano, de tanta estridencia se nos olvida. Nuestro cerebro se cierra a lo inevitable y no lo registra. Como el ruido ensordecedor en las ciudades. Como el ruido de una fábrica.

Sólo la palmera enana. En su soledad, presta oídos al gran ruido que produce el mar sin sueño y embravecido, incordio de marejadas y olvidos. Sólo la palmera enana, como un libro en nuestra mesa.

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