César Rito Salinas
Cae el separador de las hojas.
En el preciso instante en que mantengo el libro a la altura de mis ojos, ya instalado en el sofá, al separar las tapas de portada cae el separador, como una acción divina donde la mano y la voluntad humana no intervienen.
Casi una señal.
Aquí abría que anotar que las historias que leemos existen fuera de toda suposición humana. Que ahí están sin tiempo ni gobierno, sin mano autora como el separador de páginas. Como la guía que indica el sitio de la lectura del cual no recuerdo nada.
El separador divide el tiempo, el vuelo de la historia. La caída del separador arrojado por mano invisible es muestra clara de que ahí, en la caída, existe una historia entre el montón de hojas escritas por alguien que no tiene nada que ver con mi persona.
Mientras avanzo en la lectura de Vila-Matas suenan Las Mañanitas tapatías en la calle oscura, estamos a medianoche y alguien quiere entregar sus felicitaciones y buenos deseos a quien cumplirá años mañana
(San Martín por la Secundaria, camino a Monte Albán).
El primer minuto del día, el primer día antes que amanezca. Todo esto puede escuchar la que lee (imagino a una mujer en pijama recibiendo la felicitación por su cumpleaños).
Hay un zancudo que interrumpe con su vuelo la lectura (y Las mañanitas tapatías).
Lleva el marcador a su favor, un piquete en la mejilla contra cero.
Resulta difícil seguir el hilo de la historia y mantenerme al pendiente de su vuelo. El zancudo lo sabe, dos a cero. Tengo las manos ocupadas en sostener el libro. Me aborda una pregunta, ¿y si utilizo el libro como arma?
El libro sirve para defenderme de los ataques despiadados del zancudo.
Con el libro encendido lo cazo, pienso en su muerte y mi angustia disminuye, de pronto me doy cuenta, reconozco que el libro es un arma. Permanezco con el libro en posición de ataque, lo mantengo en alto, en espera del zancudo.
La letra como estrategia de defensa convertida en un objeto, o montada sobre un objeto. Instalación. La serie de foquitos parpadea ante mi decisión de matar al insecto.
Uno debiera protegerse de los piquetes del zancudo, son transmisores de enfermedades desconocidas.
El zancudo y su aguijón se registraron en últimas fechas como asunto de salud pública. Y donde interviene lo público entra la letra, los estatutos, el gobierno.
Detesto al gobierno.