César Rito Salinas
La palabra melancolía dobla la esquina del palacio municipal, en la tarde que las jóvenes juegan volibol.
La luz se unta a los cuerpos, rojos pantalones cortos; azules (el equipo y sus contrarios forma un grupo, la unidad).
Dobla la esquina, en la explanada del presidencia municipal venden cena. La palabra melancolía toca el cuerpo azul de la palabra amargura.
¿Quién designa la amargura en este mi regreso al pueblo donde nacieron mis padres? Me divido entre las dos palabras, melancolía y amargura.
Sobre el viento fuerte de Tehuantepec crece el tiempo de las dos palabras, sus significados. La melancolía, esta padecer el gozo de lo pasado; amargura, hiel simple por venir, que sube hasta los labios en cualquier momento.
En los dos vocablos está la ausencia.
Mi persona vuelve al sitio de la infancia. Está aquí la tarde y el grito de las muchachas que se levantan en el aire tras el balón, como si cargaran alas en los tobillos -con las nalgas y la espalda traspiradas-.
Alcanzo a oler sus cuerpos.
El vientre fuerte como muro invisible.
En la amargura mora el miedo viejo, una sustancia que viene desde la infancia; habita sobre el fantasma de la tarde.
Los recuerdos queman en el camión de regreso mientras los autos corren, en sentido contrario del sitio de los recuerdos.
Spaiderman trepa el muro, ignora que en lo alto espera el alambre de púas. El nido de las aves gigantes. El helicóptero del gobierno vigila –su ojo ciego alumbra la tierra-.
Las hélices expanden aerosol fijador de sonrisas. Una mano anónima activa la cámara de vigilancia que hace posible el bienestar de tu familia. Magenta y solferino, azul cielo.
Sin que nadie me reconozco regreso al centro de Tehuantepec.
La maquinita del dinero, cinco pesos el juego. Billetes de a veinte y cincuenta, amarrados como tamales.
Monedas esparcidas como las palomitas de maíz que venden a la entrada del cine, tenía hambre y recordé la infancia.
Los recuerdos llegan frente al mingitorio remendado.
– Los aeroplanos buscan objetivos inasibles en el cielo -dijo ella antes de levantarse de la cama.
Hay ventanas cuadradas de pensamiento oscuro, sostengo. La ventana ofrece el hombro para que repose la madrugada.
A ella la conocí en medio de un pleito de cantina, el esposo le quería partir su cabeza. Las relaciones amorosas arrancan con ideas equivocadas. Cada uno de los involucrados pretende dar la mejor versión, el mejor rostro del pasado.
Los enamorados son gente talentosa, en su corazón anida la esperanza.
La imaginan.
En la bolsa cargo una moneda con tu rostro. Los amantes se arrancan los ojos, en la madrugada cantan como aves.
Volverá a salir de noche. En la calle faltan policías y ladrones.
– ¿Traes una moneda?, preguntó ella.