César Rito Salinas
Somos gente de fe, pensamos en la renovación de la imagen para remontar cansancio. Estamos confiados en manos de los diseñadores. Paso peatonal. Nos trasladamos entre distancia y movimiento, el paso siguiente.
Cruce de escolares. Vacío y deseo, angustia. Despacio, zona urbana. Silencio obligatorio. Vibradores.
Para sobrellevar el cansancio del camino hacemos memoria. Guardamos fragmentos que proporcionan el fetiche en el cual confiamos “¿Eso es un cuervo?”. La distancia y el traslado con la cabeza puesta en una ducha de agua caliente. Silencio.
Con tu pelo repleto de estrellas. Con la saliva que mancha los dientes. Canta para entibiar tu pecho.
Para que se vaya el mal montado en el lomo de la pulga nos entregamos en arrebato a las imágenes de las acciones pasados, somos posa que nunca se seca, llena de imágenes desde donde brota la referencia para armar futuro.
El sol se alarga, se hace plano sobre la vía rápida. Pasa la carretera, pasa la vía rápida, arribamos a la ciudad; pasan los cerros con sus grandes piedras, pasa la imagen. Los fragmentos se violentan bajo el sol, pero nadie lo percibe en la cabina del auto.
El tabaco de María Sabina, canción de los jodidos.
La velocidad no se hace entre las patas de los caballos, sale del pecho del silencio. Escucha como vuelan los recuerdos en la montaña.
La escritura busca su caja, su apronte.
La noche levanta fantasmas, canto. El que escribe canta, busca en tu pecho. Todo viene prestado, pura función ancilar.
Entre las imágenes del pasado corre la existencia en busca de llegar al instante del presente, promesa nunca cumplida -quizá olvidada en alguna parte del camino