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viernes, octubre 18, 2024

En el café de los gallegos

Reportajes

César Rito Salinas

En este café de gallegos nadie sabrá que llego todos los días, puntual, llueva o truene, Navidad o días de guardar, a cumplir con mi escritura para doblegar la voluntad del otro, mi hermano Mario Jesús, muerto hace muchos, años, recién nacido.
La historia ocurrió en algún puerto pesquero del Pacífico mexicano. Hasta antes de su nacimiento yo era el benjamín de mis padres. Luego del anuncio del embarazo de mi madre, ya mayor ella, crecieron en mi persona instintos asesinos. Mi madre se dedicaba a las labores del hogar, al cuidado de sus hijos.
Mi padre era marino militar. Nunca quise mirar a mi hermano Mario Jesús recién nacido. Un día después de un viento fuerte enfermó.
Aquella tarde se quedaron en puerto marineros y barcas, redes y grampines. Se hicieron a la mar láminas del caserío, palmas con racimos de coco, puertas y ventanas, sábanas y ropa del tendedero.
La enfermedad de Mario Jesús empeoró, no hubo médico que lo devolviera a la vida. En la noche de su velorio me acerqué a su cajita blanca adornada con pliegues de satín. Una tapa levantada dejaba ver a quien quisiera mirar el pequeño rostro del recién nacido. Un cristal delgado separaba al mundo de los vivos y los muertos.
Desde aquella noche de su velorio converso con mi hermano Mario Jesús, quien me acompañó por islas y océanos, mares y cantinas, callejones y campanarios; ciudades e iglesias, parques y moteles: vecindades.
Para él escribo todos los días, para aplacar su ira de recién nacido. Por él me acerco a este café de gallegos, a la gente sin patria.

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