César Rito Salinas
Hasta acá no llega el Diablo.
Quien acude al cementerio todas las noches es el viento fuerte, que llega a recoger el polvo de los huesos para alimentar el camino al Infierno.
Somos gente que nunca olvida su pasado.
Odio a la policía.
Ese odio me da el valor para mantenerme en este empleo.
Dos
Quien llega de noche es una mujer que interroga a las tumbas y pregunta por nombres y cifras, años como si fuera un sepulturero al servicio del agio. Quienes llegan de noche son los chamacos a realizar sus competencias de la masturbación, a ver quién eyacula primero y lanza más lejos el esperma.
Quienes llegan por noche son las estrellas que alumbran el cuerpo firme de la vecina cuando ella se baña en el patio de su casa.
Quien llega de noche es el viento que sale de mi cabeza y se arrastra por las tumbas para secar las lágrimas de los muertos.
Quien llega de noche es el perro a enterrar su tesoro de huesos entre los huesos que matarán el hambre de mañana.
Quien llega de noche es esta letra mensa que me hace olvidar los hechos del pasado y me inventa los recuerdos de una vida que nunca tuve; la letra no descansa y me trae amarrado a la silla hasta que se marcha la luna por el cerro con su lucero flojo de la mañana mientras el agua entubada se tira en la pila y se vuelven a encender los ramos de flores viejas en la basura y los zancudos de la tarde vuelven al despuntar el alba.
Quien vuelve de noche es la paz de los sepulcros, el olvido en quien confía el gobierno. En la noche llega el silencio a contar los años de la desgracia en que mató el gobierno a tanta gente.
Quien llega de noche es el poema puntual que no tiene mujer y padece insomnio. Quien llega de noche es el olvido que lo cubre todo con su brazo largo. Quien llega de noche es tu silencio que enciende una hoguera entre los muertos. Quien llega de noche es el hambre que amanece al otro día sobre las tumbas.