César Rito Salinas
Por desconocimiento del sentido de la ficción
Lucía Victoria Torres, Una experiencia de apreciación literaria
El puente taciturno escucha los pasos de la gente cuando vuelven de la casa de empeño en la hora de la tarde, antes de que anochezca.
Por aquí pasó mi abuelo. Todos vuelven por el puente al regreso del empeño. Ir y volver forma la misma angustia. Los pasos de los que salen de casa cargados de esperanzas con la idea puesta en el dinero, los mismos pasos de vuelta de los que andan cabizbajos, que hablan solos, afligidos. Al centro llevan alhajas de la abuela, la perla diminuta montada sobre el anillo de oro, el reloj grande de papá, los libros gruesos del hermano que salió a buscar trabajo y los encargó en casa.
En ese puente caminó mi hermana, llevaba un Maximiliano en el pañuelo, apretado a su pecho, obtenido en largas noches de trabajo junto a la lumbre. Solución para el hambre de mañana la prenda de oro; angustia de esta noche, por la inseguridad que crece en el barrio. La gente ya volverá por el puente de fierro con la boleta del empeño en la cartera.
Las aguas oscuras escuchan agitadas los pasos de los que vuelven, apestados; las grandes esperanzas flotan, allá abajo, sobre las aguas podridas.
- ¿Cuánto por las nalgas? –dijo el hombre en la cantina.
Caminos, prestigios, mingitorios de cantina. ¿Cuánto por la cubeta de cervezas? Cifras, las cifras. Cerdos, caminos alumbrados por la luz mercurial. Policías de asalto a plena luz. ¿Cuánto por las nalgas? Ahorro. Una mamada en el callejón alumbra lo oscuro, como relámpago del verano. Estrategia. ¿Cuánto por las nalgas? Capitales y erecciones del necesitado, luciérnagas como relámpagos cuando atardece (en sesión de cabildo se informó la instalación de las lámparas ahorradoras en el alumbrado público reducen la emisión de dióxido de carbono, partículas contaminantes suspendidas en la atmósfera).
La libélula pasa como un navío en medio del mar. Verde la iglesia verde. Verde. Bonita buena nalga. ¿Cuánto por las nalgas? Levantar capital, ahorro. Luz mercurial, libélula. ¿Y la prima? Buenas noches, oficial. Caballito del Diablo, ¿dónde te irás a posar? Competencias como preguntas como flores tras la puerta mientras se pudre la tarde en la hora bermeja.
La Vulcanizadora Reyes se llenó de policías, miles. Hombres y mujeres con cámaras de video, fotógrafos. Armas. La eternidad del instante. ¿Por qué el gobierno elige difundir sus errores? Difusión, por difusión. Para ocupar el sitio del Gobierno.
El espacio que no ocupas tú lo ocupa otro. La política de sitios contenedores. Cada uno juega su cuadro. El poder, el que manda y se equivoca vuelve a mandar. El gobierno como padre que castiga. El padre no comparte su espacio con nadie. El pequeño punto a la entrada al pueblo, si, el punto que atraviesa el ganado que regresa de pastar se convirtió en El Sitio. No hay imagen de la soledad más profunda que la imagen de la vulcanizadora Reyes a la orilla del camino.
Aquí debo decirlo, lo que penetra al interior del individuo parte del exterior ordinario; no podemos retener la imagen de un marciano, por ejemplo, si lo hacemos descender de un platillo volador, no, pero si lo hacemos aparecer detrás de la ventana causará asombro. Lo integraremos inmediatamente a nuestro interior, el sitio del miedo. Así el gobierno, sus publicistas lo saben.
Las armas y los uniformes de asalto infunden temor, pero se tiene que montar una estrategia de difusión para meter la imagen al interior del individuo.
¿Ya habían pensado ustedes que la memoria está poblada con imágenes de policías? La memoria tiene el sitio feliz, la adolescencia. Orden, la vida necesita orden. El pasado otorga orden, cargado con miedos de la adolescencia. Y el gobierno necesita manejar los temores para lograr que el individuo modere su conducta, se someta. Aquí vemos la verdadera narrativa del poder, bloques de temores. Contenedores.
Esa es la función del gobierno, infundir temor. Inmovilizar. Crece la imagen de la Vulcanizadora Reyes, el nombre escrito con letras góticas. La imagen de lo que se va y lo que permanece, aquello que atemoriza. El sabor de centavo en la boca. Soledad, tristeza. Tres mezcales, por favor. Mal gobierno.
José Alfredo Jiménez tiene una canción donde el borracho llega a la cantina y pide cinco tequilas. Llegó borracho el borracho, pidió cinco tequilas. Yo podría llevar por nombre de Cinco Tequilas, sobreviviente de miles de borracheras.
La imagen la utilizaron los diseñadores de la difusión del poder, una bengala ilumina el bajo fondo del helicóptero de la policía federal. Pueblo chico gobierno grande. El poder. Imposible pelear contra el gobierno y su policía (tres mezcales, cinco tequilas, uf. Este cumpleaños tiene muchas letras); como imposible será pelear con la tristeza del cumpleaños. El miedo de la adolescencia.
Cristo me agarre confesado.
La policía, maldita policía. Inmediatamente ubicas la Vulcanizadora Reyes, El Sitio, como el lugar de tu rabia ante la impunidad y el desalojo.
Que será el sitio que el gobierno quiere ocupar en tu alma, el espacio de tu rabia. (¿Por qué odiar al gobernante y no a las condiciones adversas? Los gobiernos tienen término constitucional, la marginación pareciera eterna). Relevos. Te violentan para inutilizar tu ánimo, convertirte en vaca que rumia, tres estómagos. Contenedores. El cambio postergado. - ¿Cuánto por la mamada?
El verde como sitio seguro, firme (por esta razón lucha el Clan de la Tortilla Grande).
¿Qué cosa permanece firme bajo los pies?
La rama y su color verde, el diálogo con el aire, la más vieja imagen que guarda la memoria es la del día que descendimos del árbol, aferrados con la palma de las manos; lo inestable, el viento, yo, esa unidad entre lo que pasa y hace equilibrio y lo que quedará después de la caída. En la palma está la memoria, desde el tiempo del árbol.
El verde llega a ser como el color del interior del cuerpo, los pensamientos, el color del futuro, lo que perece y volverá a nacer, el aire; pereceremos bajo moscas de alas verdes, en tanto el verde se añora, se extraña, el verde como un mar de hojas verdes volverá a nacer como si las palabras y sus sonidos surgieran de un paisaje primordial. - Les partimos su madre, los hubieran visto correr dijo Aristeo.
Para el dinero lo nuevo tendrá que parecer antiguo; para el político lo nuevo tendrá que parecer eterno, “sentemos las bases”; para el amor lo nuevo parece atemporal, “para toda la vida”.
Así me hice del mar a la protesta social en la ciudad (nadie sabe la extensión del Golfo de Tehuantepec). - Otra cubeta, entonces –pidió Aristeo.