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viernes, noviembre 22, 2024

En los goznes de la hamaca

Reportajes

Todos estos hechos individuales
no tienen otro valor que el de haber
modificado los acontecimientos
o podido desviar su curso.
Marcel Schwob, Vidas imaginarias

María dijo a Edilberto, tiene aire tu cabeza.
Ella se mantuvo quieta, sentada en la hamaca.

  • Mucho aire-, insistió.
    En el corredor azotaba el viento de noviembre, viento de Muertos.
    Corría el aire que malogra la flor, el rosal; la milpa.
    El mismo viento que tira los almendros, que arrebata el sombrero de los viejos, que abre de golpe las ventanas; el viento que deposita arena del mar sobre los párpados de los duermen.
    Edilberto sonrió desde su butaque, en medio corredor; está loca tu cabeza, dijo la mujer tras un hondo suspiro.
    Edilberto sintió que se llenaba de palabras, ideas que venían de afuera hacia adentro de él, y se convertían en otras ideas, otras palabras que ocuparon el espacio vacío de su cabeza.
    Sentado en el butaque descubrió que, al ver las palabras, liberaba la presión que venía desde el interior de su cabeza.
    El mar mandó mensaje con el viento que venía de la playa; Edilberto quiso descifrar el mensaje, pero su cabeza estaba llena de palabras.
    En esa casa sólo se escucharon los pasos del viento que corrían detrás de los ojos y las orejas, las cejas, bajo el copete que adornaba la frente de Edilberto; un remolino subía y bajaba de las orejas a la nuca, del paladar a la mollera.
    Tiene aire tu cabeza, dijo la mujer.
    Las aves marinas y los mosquitos de la laguna anticiparon la noche.
    Volaron, en parvada.
    Los campos de labranza, el mar y la playa cayeron en un horrible silencio entre el chirriar de los goznes y la salamanquesa, que en ese preciso instante arrojó besos al aire.
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