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jueves, noviembre 21, 2024

En Pochutla, de cuando el 5 de febrero dura varios días

Reportajes

Habrá quienes todavía no se explican por qué en Pochutla se celebra el 5 de febrero como la efeméride más importante del lugar. Hay quienes le atribuyen el hecho a una iniciativa de los finqueros a fin de reunirse pretextando un festejo. Tal vez en el auge de la actividad cafetalera se intensificaron las actividades de tal festejo, con la instalación de una feria, jaripeos, bailes y otras pachangas para las cuales no había referencia a un santo patrono y, como consecuencia, reflejaba el paganismo irredento de nosotros los costeños de cepa y avenidos. Pues con esa actividad en los cafetales, arribaron familias a la comarca pochutleca y acendraron la densidad poblacional en un alto porcentaje.

Pero vayamos al grano con el tema del 5 de febrero; durante la disputa entre los oaxaqueños que abanderaban la soberanía de la entidad frente al poder omnímodo del gobierno federal encabezado por Carranza, Pochutla asumió la posición de los primeros y fue asediada y después sometida por los carrancistas quienes le impusieron el reconocimiento forzoso y la celebración del 5 de febrero, fecha en la que se erigió la Carta Magna a la que conocemos también como Constitución  de 1917, vigente hasta la fecha, aunque en buena parte desdibujada por los gobiernos neoliberales. En 1919, los insurrectos oaxaqueños llegaron a un acuerdo con las huestes de Carranza; los primeros, reconocieron y asumieron la Constitución del 17; los segundos, a los jefes de las demarcaciones Soberanistas, entre ellas Pochutla y se arribó al proceso de fortalecimiento de las instituciones, no en santas paces, pero con un orden institucional que abrió puertas al crecimiento económico, particularmente en Pochutla con el advenimiento del auge del café y el trasiego de otros productos con las demás regiones del Estado.

Así se consolidó la actividad comercial en Pochutla y sus festejos y carnestolendas, en donde el entusiasmo y la alegría son sello distintivo. Actualmente, uno concurre al 5 de febrero en cualquiera de los días que van de esta fecha hasta aproximadamente el 15 del mismo mes; la gente mayor y sobre todos los niños que disfrutan de los juegos mecánicos comentan con alegría su participación en el 5 de febrero, así se tratara de otro diferente a esa fecha. Verbi gracia, el día que les estoy refiriendo es el 10; con una buena asistencia, los juegos mecánicos siguen en actividad, con un despliegue profuso de luminarias y series de colores que se hacen llamativas a la vista de quienes visitan la feria; en cada instalación de los juegos se escuchan bocinas a todo volumen con música de toda índole, esa mezcla del ruido que producen los artefactos mecánicos y el sonido de los parlantes le da un toque especial de festejo al ambiente de la feria que ocupa una extensión de más de medio kilómetro, sobre la vía del añorado viejo aeropuerto, en donde arribaron a Pochutla, entre otros personajes, el General Lázaro Cárdenas y el Presbítero Mauro Altamirano. Dos o tres módulos en donde sus dueños vocean la lotería como en los viejos tiempos y las familias, normalmente en ese plan se acude, colocan semillas de maíz sobre las tablas decimonónicas que permiten el juego. Suele terminar el juego con la exclamación ¡lotería con el borracho! la sirena, o cualquier otro de los personajes de sobra conocidos por la concurrencia. Más allá están las baratas, y el clásico gritón que vicia su pequeño micrófono ofreciendo los paquetes de enseres domésticos, por un lado, y las cobijas y almohadas por el otro. Tomamos la ruta de regreso y verificamos que las loncherías y taquerías están llenas ya casi a la media noche, quizá porque el ajetreo de la feria produce hambre y, sin importar el riesgo, la paisanada se empina una o dos órdenes de tacos y se los baja con alguna horchata o hasta con un tepache. Vemos los rostros alegres de la gente que se traslada desde las rancherías aledañas con el afán de no perderse el 5 de febrero ya sobre la fecha del 10, y nosotros nos retiramos con un sentimiento parecido a la dicha, pues este pueblo, al que menosprecian gobernantes y políticos, está vivo y festeja, sin que le hagan falta prebendas, engaños o falsas promesas. Es el pueblo pochutleco al cual pertenece, sin vanidad ni presunción, quien esto medita y escribe.

Fernando Amaya

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