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sábado, octubre 5, 2024

En recuerdo de René Santiago Díaz

Reportajes


César Rito Salinas

Cae la lluvia sobre la ciudad colonial, la Verde Antequera. Mientras, avanzo en los apuntes de cierta ficción en la que me ocupo por estos días.
Comparto.
UNO
El maestro René Santiago Díaz me enseño los caminos de los escritores en Oaxaca. El escritor juzga con violencia el trabajo presentado por otro escritor en un taller de literatura o por una publicación reciente; pero resulta incapaz para juzgar su propio trabajo, con la misma violencia y puntualidad.
Candil de la calle y oscuridad de su casa.
Los escritores actúan como bravucones de banqueta.
Aunque no lo saben, juegan el rol de personajes menores, aquellos que están designados en el papel principal de la obra.
Sin la crítica ácida jamás vieran la luz las grandes obras.
Jamás las jóvenes narradoras del continente hubieran destacado.
Se requiere paciencia y valor, estrategia al momento de abordar proyectos literarios.
De alguna manera, los escritores ocupan leer el lenguaje de la política, saber de ella, entenderla, para hacer sus propuestas de publicación.
En el caso de los editores, cualquiera tiene el dinero que se requiere para levantar una editorial y publicar libros, cualquiera, incluso los sicarios y los narcos, los políticos.
Publicar da nombre -y en este país de desarrapados en que nos convirtió la política, cualquiera hace hasta lo imposible por allegarse de un buen nombre.
Y escriben.
Y sueñan con la publicación de su trabajo.
Y están en su derecho.
Con ese trabajo no pasa nada, aparte de su novia, su tía y su abuelita nadie llega a la presentación del libro.
Conozco celebridades a las que las abandonó el público.
De los miles y miles de seguidores en redes sociales nadie acude.
Están solos, pero no lo saben o se hacen pato.
Esta condición de solos los llena de amargura, resentimiento.
Y cuando alguien presenta en el taller un cuento, un poema, cuando alguien anuncia la publicación de su libro caen como como fieras hambrientas, despedazan todo.
Que nadie destaque, que nada sobresalga.
Si ellos se hundieron que se hundan todos, que se acabe el mundo.
DOS
En esta condición de parias se encuentran los escritores, claman venganza por su mala suerte.
Se enfurecen con todo y contra todo.
A los menesterosos de espíritu les pongo una pregunta: ¿dónde está su obra?
Escritores de tertulia y de taller, menesterosos creativos.
TRES
Candil de la calle.
Fuera de Oaxaca los escritores oaxaqueños gozan de fama y prestigio. Tienen amigos que hacen, que defienden el trabajo de aquel necio que se refunde en la lejana Oaxaca.
Pero más allá de los ánimos, está el asunto literario, el medio, la pugna de todos contra todos. Porque de eso hace su permanencia la literatura, de las tradiciones literarias -el grupo de amigos que luchó contra otro grupo de amigos, que peleó hasta la muerte y con todas las armas, las válidas y las no permitidas
Solo hay que recordar la vida que llevó Rulfo al momento de publicar su Pedro Páramo, todos le cayeron encima -amigos, enemigos más los que se junten en la semana y logran publicar en un espacio de medio pelo sus ignorancias.
Una amiga me dijo, una tarde de lectura en Tlacolula, que a los escritores no les gusta escribir, leer: -solo les gusta el chisme.
Si, estoy de acuerdo.
Hay escritores que no leen.
Hay escritores que no escriben.
Ah, pero cómo opinan sobre otros escritores.
CUATRO
Si hay tantos portales informativos en Oaxaca, ¿por qué no participan las decenas y decenas de escritores que pululan por cafés y los centros culturales de Oaxaca?
Hablan porque tienen boca, cualquiera habla.
Y se les agradece.
La mala lengua hace la buena obra.
CINCO
Nunca se ha podido vivir de las letras, al menos no en Oaxaca.
Llegué a la ciudad en 1986, circulaban siete diarios.
Arcelia Yañiz encabezaba los trabajos de la Biblioteca Pública Margarita Maza.
Se ponían obras de teatro, poesía coral.
En la sala de exposiciones Miguel Cabrera, en la planta baja del Teatro Macedonio Alcalá se daban lecturas de poesía.
Había talleres literarios, el gobierno del estado a través de la Casa de la Cultura Oaxaqueña convocaba a los premios estatales de Poesía, Dramaturgia, Cuento.
Y todo aquello se dejó morir, lo mataron las administraciones. Como la actual mató la edición de libros, el proyecto editorial.
CINCO
Oscuridad de su casa.
Escribo que escribo que escribo que escribo que escribo. En su juventud Salvador Elizondo -amigo y compañero de aula de Genaro Vásquez -con Carlos Fuentes y Porfirio Muñoz Ledo formaron la Generación del Medio Siglo-, llegó de vacaciones a Oaxaca. Tuvo una novia universitaria en la ciudad.
De aquel sitio lejano, se hacían 12 horas por la carretera infernal, plagada de curvas, desde la Ciudad de México en aquel medio siglo XX se esperaban muchas cosas en el terreno de la cultura, las artes.
Algunos sueños se cumplieron, otros quedaron para mejor momento.
En lo que refiere al gobierno, se dejó al sector en manos de los juchitecos, gente roba ganado -ese es su gentilicio entre los pueblos de la región del Istmo.
De los roba ganado no se espera mucho, en palabras de Faulkner pueden escribir una novela, cualquiera puede, pero se dan a conocer en el cargo por su ignorancia y su ambición, su ego maltratado que anhela el relumbrón. Así sean maestros, doctores en ciencias, licenciados o ingenieros, son roba ganado.
SEIS
Gobernadores insensibles.
El patrono de la cultura en Oaxaca es Alfredo Harp Helú, el gobierno del estado piensa que es su responsabilidad concretar la agenda cultural al santo benefactor.
Y no es así.
El gobierno convoca a los pintores de renombre al tequio, a que participen e inviertan en la cultura de la ciudad. Y mientras Cata, el roba ganado, cierra museos -digo Cata y no Giovanny, el asesor jurídico- porque de Cata Roba Ganado es la responsabilidad y no hace nada para que el Museo de Arte Contemporáneo abra sus puertas.


En loa primeros días de julio del 2024 la lluvia y los apuntes no conocen del final. Entró la noche, Catalina mi gatita me llama con lentos, puntuales maullidos para que sirva su cena. Tengo por obligación atenderla, la obligación con Catalina me obliga a dejar la máquina de los apuntes.

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