César Rito Salinas
Las ciencias de la naturaleza han sustituido
a lo cierto con lo infinitamente
probable.
Carlo Ginzburg, Cinco reflexiones sobre Marc Bloch
Para Luis Alberto González Arena
1
El caminante atravesó el patio y preguntó si había servicio en la terraza. Subió peldaño a peldaño la escalera de metal hasta la terraza. Desde abajo vi su dificultosa subida, como si un gran peso cayera sobre sus hombros. En ese momento decidí quedarme en la barra del primer piso, no fuera que Roberto -el bar tender- ocupará algo.
Cuando llegué a la terraza descubrí que el hombre miraba los cuadros colgados de las paredes.
– Luis -dijo y tendió la mano.
– Agua? -pregunté.
– Si, por favor -dijo.
La gente que llega a la mezcalería recibe como saludo un vaso con agua.
El agua y el mezcal no se le niegan a nadie.
En la barra Luis bebió tres mezcales, tobalá, arroqueño y tepeztate.
Pude mirar sus manos cuando levantó el bulbo para mirar a contraluz el líquido que contenía la imagen me recordó a un profesor en su laboratorio; un ligero temblor no abandonó su mano del recién llegado.
En la barra de la mezcalería hay un ramito de albahaca que elabora la narración puesto sobre la barra, el sitio que convoca -por la tarde- los rayos de sol que ciegos golpean los muros de adobe.
2
A la mezcalería asisto a dialogar con la luz de la tarde.
La tarde apuesta sus últimos centavos al sol que arroja la luz bermeja sobre los muros de adobe.
Los últimos colores de la luz narran escenas de violencia y ebriedad, amores y traiciones, pero nada nos dicen del pasado donde cunde el amor entre recuerdos ocultos, porque gobierna la mano con su copa de mezcal cierta prisa de la que no nos queremos enterar. Pareciera que la hora de la tarde cuenta historias de amor y muerte, o de llanto y despedidas, pero no de la carne viva que se oculta bajo una sonrisa de la desconfianza, no lo sé; ubique usted la combinación que más le guste y ahí estará oculta la pena.
3
Cuando llego a la mezcalería no bebo, solo me gusta mirar la tarde y los mezcales. Luis llegó a la mezcalería en la tarde roja que ilumina la ventana que da a la calle Díaz Ordaz, casi esquina con Periférico; como acto reflejo, ante el derrumbe de aquel nuevo amigo, corté una hojita de albahaca del ramo fresco que esa mañana había puesto en el vaso con agua, la pasé por mi frente a manera de señal de la protección.
4
La tarde bermeja anticipa la narración del suceso memorable. Mi madre curaba en lo espiritual, era hermana del templo de la oración. En la infancia tuve mala salud, ella me llevó al templo, las hermanas elevaron oraciones, agitaron ramos de albahaca frente a mi rostro para que saliera el ser que moraba en mi pecho, recuerdo -aquella tarde-, que la luz bermeja caía sobre el silencioso patio del templo que se levanta a las faldas de bario Lieza, en Tehuantepec.
5
Luis puso de cabeza el bulbo azul. Mientras derrama la última gota, la bebida nos dice con su manojo de aromas de sitios lejanos, con un discurso clandestino cargado con flores y frutos del campo. ¿Pueden ustedes anticipar cuándo el trago habla de los de la tierra mojada?
6
El mezcal cargado de aromas se vuelve carne, alimento.
El primer placer será alimentarse, el segundo saciar la sed que nos agobia.
El agave mantiene su presencia de planta madre, curadora. En otro tiempo los zapotecas utilizaron la penca del maguey para curar sus males. Ayuda a parir, encamina a los enfermos a la muerte. Sana el espanto. En la barra de la mezcalería se realiza el principio de la comunión, convierte el líquido en carne que vuela entre aromas de la infancia, hasta golpear tu rostro con recuerdos olvidados.
– Vine a Oaxaca a curar una grieta, de la cual desconozco su ubicación en mi cuerpo -dijo Luis.
– Olvida eso -dije y le acerqué al rostro una hoja de olorosa albahaca.
7
En algunos pueblos comen albahaca, la preparan en mole. Lo sabían los zapotecos, las plantas tienen el gobierno de la ficción, crecen las hojas gobernadas por la atracción celeste. Las plantas forman atmósferas, escaleras de la sanación. lo sabe el destilador de los mezcales. Con Luis hablé de la celebración de Cocijo, de su triunfo sobre la serpiente de fuego que habita en las nubes. Del festejo que hacen tarde a tarde los habitantes de los pueblos en el valle, cuando arrojan el primer mezcal a la tierra. Luis sacó una pequeña libreta y anotó mis palabras. Somos peces, dije. Luis puso en la barra su sombrero, pude ver su frente de arrugas.
– Limpia tu frente con albahaca -dije.
8
En la vieja casona de Díaz Ordaz y Periférico escucho plegarias que se levantan entre muros de adobe. Lo que puedo decir de la tarde bermeja es que arrastra seres que habitan en los muros de adobe, potencias que nos guían y nos lastiman. presencias con dientes y garras, que son liberadas a media calle por la luz de la tarde. Luis nunca lo supo, aquella tarde la hoja de albahaca y el mezcal salvaron su vida.
Barrio China, Oaxaca, noviembre 26, 2022.