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jueves, noviembre 21, 2024

Fernando Amaya presenta novela La ruta de los cuerudos, en Miahuatlán

Reportajes

César Rito Salinas

La hora del calor. En el dispositivo suena la voz de Fernando Amaya, que azota sobre los mil 500 metros de altura de la ciudad. El mero-mero de los trovadores costeños, de Puerto Ángel pues habla de su literatura, de sus relatos y poemas; de ese gusto singular que guardan mujeres y hombres que evitan multitudes y prefieren ver su nombre repetido sobre lomo de libros. De esto y aquello, de lo otro, del escribir y publicar y hacer lecturas y presentaciones dice en entrevista con E-20, Fer Amaya. 

– Pues la experiencia es en solitario, ¿no?

La voz del trovador y poeta costeño suena enronquecida, carga desvelos. O así se le escucha a la distancia cuando lo imagino sentado en su palapa, frente al mar de Zipolite, refrescando la pupila con las aves marinas que surcan el aire caliente, en este inicio del verano.

– En solitario -recalca-, con el mar al frente y la montaña a mis espaldas. Y con una buena dotación de libros de narrativa, de poesía. A partir de ahí, ¿no? Del tema de la experiencia literaria qué te digo, pues sólo recabar información de la poesía como arte, como una de las bellas artes ahí, en el espacio de la literatura. Por ahí más o menos creo va.

– Luego de tu experiencia y de tu obra, ¿le pedirías a tus nietos que hicieran poesía desde la comunidad apartada?  

– Les diría que hicieran poesía desde otra expectativa, no desde lo local, que es muy limitante. A veces, si no se tiene el espíritu abierto al mundo, se puede car en un vicio. Se puede volver algo pernicioso. Si, le voy a dejar dicho a mis nietos que hagan poesía desde el cosmos.

– ¿Cómo ves la literatura urbana que se hace en Oaxaca?

– Creo que le hace falta salir, los claustros funcionaron en los tiempos de sor Juana y de Juan Ruiz de Alarcón. Ahora hay que ir al cerro, por lo menos al Cerro del Fortín o a uno de esos valles exquisitos que hay en la zona de los Valles Centrales y, en la medida de lo posible, salir al mar a observar desde lejos esa ágora que es la ciudad. 

Desde tu punto de vista, ¿hacia dónde la literatura de Oaxaca?

– Estoy notando que hay una ¿cómo se le podría decir? Una tendencia hacia el auge a partir de las editoriales independientes, como Matanga y otra donde publica Rodrigo Islas Brito. Lo que no se ha mostrado, el quehacer de algunos poetas en Oaxaca, en particular de Iván de León. Que ya se llevó el López Velarde, el Amado Nervo y no se le identifica en la zona de los Valles Centrales. Pero en general las letras en Oaxaca van por buen camino.

– Dimos de tus resientes publicaciones, ¿cómo van?

– En tiempos de pandemia hicimos un poemario breve, o un breviario poético que se llama 11 poemas y una carta de amor, emulando a ya sabes quién. Y una publicación de relatos breves que se llama Mar de fondo y otras contingencias; una noveleta que se llama Los pelones del chacho grueso, la historia de los chamacos que nos íbamos a pescar en un barco, el cacho grueso.

Ustedes allá en Salina Cruz tenían un barco que se llamó el Presidencia, creo, esas experiencias ahí están. Estoy en la línea de presentar una novela de cierta densidad que se llama La ruta de los cuerudos que trata del viaje que hicieron los cuerudos zapatistas para retirarse de Pochutla a Miahuatlán, fortalecerse ahí y vencer a los carrancistas en la batalla del Cerro del Zopilote. Esa es la ruta de los cuerudos. Y la ruta inversa, que es la ruta del mezcal que usaron mis abuelos y mi padre desde San Juan Lachigaya, Ejutla, o El Rincón, Ejutla, hasta Candelaria Loxicha. 

En eso estamos. La ruta de los cuerudos, que estaremos presentando este 24 de junio en el Rincón del Mezcal, allá en el Centro de Miahuatlán; están invitados los amigos periodistas. Perfecto, allá nos vemos, quedamos pendientes. 

Y vuelve el calor a la ciudad del altiplano, pero queda la imagen del mar de Zipolite: la sonrisa blanca de las olas que alegres se acercan a tierra, repletas del color azul que cargan en los pies y que se marca como huella profunda de pisadas cuando se alejan, montadas en briosos corceles de espuma como diosas antiguas.       

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