César Rito Salinas
Los detalles son todo
James Salter, El arte de la ficción
Eres pudenda-puritana-púdica, candorosa de rojo carmín. Te haces la loca. Afuera llovía, las gotas de lluvia chirriaban sobre la ventana-ana-ana-ana, Llovía-ía-ía entre el aguacero se volvió a escuchar la voz de Margarita, te gusta coger, pero te haces la mustia-recatada-decente (demente serás), hermanita de la Congregación del Cirio Perpetuo, adoradora de la peregrinación en honor de la Vela Gorda, que en cada noviembre -a la noche del 5- se deja ver por las muy coloniales y castas-astas-astas.astas calles de la ciudad.
Pudenda-puritana-púdica, etc., repetido mil, un millón de veces.
Antonia volvió a sumirse en la lectura. Las tardes con lluvia le dejaban esa sensación de pelusa suelta que le ponía la piel de gallina, por la espalda y la cola, los muslos. La cara interior de sus muslos.
Suspiró hondo, pero ya no volvió a concentrase en la lectura. Sobre el vidrio del escritorio estaba abierto por mitad, Eliade, Mircea, Mito y Realidad. Sintió calor en el vientre, ay, pero llovía y su cuerpo no tenía-ía-ía-ía razón alguna para rencontrarse en ese estado de abundante transpiración.
_ Margarita -dijo muy suave, la mano ya camino del botón superior de la blusa larga, de manta. Los doscientos, trecientos botones de carey la separaban del contacto directo entre sus manos y su vientre. Ay. Su voz ni siquiera llegó al marco de la ventana, recordó a Stendahl, el maldito perro que se convirtió en referencia obligada novelistas y sus novelas, influencia preclara vigente desde el siglo XVII, las nociones de la narración literaria, su atmósfera: aquello que se encuentra y hace aparecer la realidad que no se mira, ubicada entre la lámpara de noche y el sillón de lecturas, sobre la mesita de noche destinada al libro. Margarita. Cuando conoció a Margarita, márgara-amarga-margot, las unió la conversación literaria. Margarita puso la primera piedra: en este pueblo de machos te imponen como única -ca-ca-ca referencia de la preceptiva literaria a un macho europeo, esto apesta. Y aquel fue el inicio del viaje de la mano y los ojos, la lengua y el escritorio, la eternidad contenida en un orgasmo. De la cama al escritorio, los cuadernos. Lo dijo Gombriwicz un día allá en la Argentina y lo dijo bien: la condición ideal para un espíritu creativo es la adolescencia, la expresión causó desconfianza porque el tal Gombo era polaco y medido vividor, se hacía pasar por conde de sepa la bola. Por las tardes jugaba al ajedrez en el Café del Polaco, obviamente, presidente, y por la noche corría a buscar chicos allá, en los muelles del puerto, cochino-cochinote-cochinísimo. Pillo-pillín-pillinsín. Ya tu, loca. __Ay, amor, me gustaría escribir una novela -dijo Margarita. ¿Apareceré yo como personaje? -preguntó Antonia. _ Amor, para no contradecir a la preceptiva machista, te haré caer la maldición de la gallina negra, aparecerás como un buapo (con b) chico rubio de encendidos ojos azules que se liga -of course- a la hermosa aborigen local-al-al-al, que seré yo -obviamente-mí presidente.
Suena el coro, la voz cuerda de la casa:
_ Ay -y mil veces ay, recontra ay. La envidia corroe los caminos del buen destino que los dioses trazaron para las personajas, los vuelve en fatalidad. Desde esa noche Antonia se pegó al taller literario -en línea, impartido por una mujer, por supuesto- dos veces por semana, con el oscuro propósito de escribir su novela. _ La convertiré en marrano -dijo la Toñis para sus adentros.
El lenguaje oral busca la economía de recursos, se apropia de la figura retórica conocida como enumeración, como base y espejo del relato.
El que no enumera, mera-mera-mera (¿Con quién tomaron ustedes la clase de lectura y redacción? Pila chavas, pila pónganse pilas, uf).
La lluvia caía-ía.ía-ía. Toc-toc-toc (pero ojo apareció en el Tik-Tok)
_ Margarita -dijo Toñis, con oz de borrego a medio morir, casi un gemido, uf y recontra uf. Con la lluvia hicieron fiesta el níspero y su vecino el césped, el rosal ñengo, la buganvilia pata coja-jaa-ja-ja, los conejos y los ratones salieron -alarmados- de la madriguera que el nido se se hunde. Pero no contaban con la inmortal presencia de Catalina, la gata que llegó con esta pareja a la nueva casa -en un tiempo tan lejano del que ya nadie guarda registro, memoria. Y ay, malditos mil veces malditos los rayos y la lluvia, los días de junio y sus aguaceros: las baldosas se llenaron con huellas gatunas tintas sangre. ¿Dónde quedó la paz, la calma? ¿Y por qué loas mataron en el relato? La paz se marchó por la coladera, como se escurre lo pringoso. Las autoras dejaron esos temas para otra novela, para otro momento. _ No es tema, no esté mamando-ando-ando-ando -dijo Margarita.
Porque se nos antoja -dijo Antonia. Y porque se me hincha la curva de los ovarios -dijo Margarita.
_ ¿Y por qué les ofende tanto la puta sangre de las ratas? No dicen ni pio con el cruel registro que marca el asesinato de dos féminas por día, ay, señora ¡qué país! -dijo Antonia. _ Y por solidaridad con la hembra vengadora, Catalina -dijo Margarita
La lluvia seguía-ía-ía-ía cayendo-endo-endo-endo. La mano seguía su deriva con alma propia por valles y montes, altos precipicios, ay.
_ ¿Vamos a la cama, mi amor? _ Ay, sí, vamos.
Y en las tierras de un pueblito apacible cercano a la ciudad de Oaxaca, llamado Huayapan, quién sabe dónde chingados quede, aquí me pusieron ese nombre, cayó el telón. Por la madrugada se supo que la policía municipal, una suerte de tipiles, detuvo a una gata atigrada y necia, de lomo alto, uñas filosas -corría alegre bajo la lluvia con la mano de una fémina apretada entre los dientes, el puro muñón con la mano, el dedo medio levantado, erecto, que señalaba hacia el oscuro firmamento. Yo ni parte del coro soy, me conocen como La Voz en off, solo vine a decir gracias por su asistencia.
CAE TELÓN