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jueves, septiembre 19, 2024

Ignacio Ortiz, la importancia de contar historias que te lleven de regreso al pueblo de tu origen

Reportajes

César Rito Salinas

Ignacio Ortiz, Cruz director y guionista, originario de un pueblo de gente silenciosa en la Mixteca oaxaqueña, Refugio de Morelos, congregación que no cuenta con la categoría de municipio libre, que suma una localidad más del territorio oaxaqueño -que registra10 mil-; una más donde sus pobladores cuentan de padres a hijos historias imborrables. Conoció el cine a la edad de 14 años, porque en su comunidad no existía la luz eléctrica y no se podían realizar las proyecciones. La primera película que llegaron a ver sus ojos se titulaba El Miedo, de Gilberto Gascón, contaba la historia de un hombre que había contraído la rabia, que lo tenían amarrado a un árbol.

            Miembro de una familia de 10 hermanos, hijo de padre analfabeta, campesino, Nacho tuvo como única herramienta para salir de la pobreza los estudios. Se tituló como médico, pero abandonó la medicina por el cine.

–  Mi infancia se dividió en dos asuntos centrales: como el “qué vas a ser para ganarte la vida, qué vas a estudiar” –dice Nacho Ortiz, y las cosas superficiales. La vida en la Mixteca sólo te da tiempo para dedicarte a las cosas serias; lo otro, lo superficial como los juegos o la diversión no tienen cabida en nuestra existencia. Por eso son gente que habla poco, porque están dedicados a su propia sobrevivencia; no tienen tiempo para perderlo en pláticas, por ejemplo.

– El día que le presenté mi primer trabajo cinematográfico a mi padre, me dijo: bien, hijo, está muy bonito: ¿Pero de qué vas a vivir?, ¿cómo vas a ganarte la vida?

Las cosas serias de la vida lo llevaron a estudiar medicina como acto para agarrar el futuro, la manifestación clara del instinto de sobrevivencia.

– Pero me ganó la inconsciencia. Así como por inconsciencia salí de mi pueblo a la ciudad a realizar mis estudios, así también ella me llevó a abandonar el fruto de esos estudios, una carrera, para dedicar mi vida a algo totalmente incierto, el cine-, apunta Nacho.

 -¿Se necesita mucho valor para abandonarlo todo y dedicarse a una aventura?

 – No creo que sea valor lo que se requiere para realizar actos como este sino inconsciencia. En un primer momento de mi vida quise ser poeta, incluso tengo algunas cosas publicadas en una revista que no quisiera que leyera nadie. Pero, a buen tiempo me di cuenta que la poesía no era lo mío. Entonces, una mañana me desperté, puse los pies sobre el piso y me dije: voy a hacer cine. Y desde entonces estoy aquí.

– ¿Cuáles eran tus temas como poeta?

– Las moscas, porque creía que en su vuelo realizan una escritura; escriben palabras, que nos dicen algo que nosotros no sabemos leer.

–  ¿Cuál fue tu primer proyecto fuerte dentro del cine?

– El guion de La mujer de Benjamín, un trabajo escolar que realicé con Carlos Carrera.

– ¿Cómo logra un hombre de pocas palabras interactuar y ser seguido por cientos de personas de egos que tratan de imponerse, en un medio tan difícil como el cinematográfico?

– Decía Kurosawa que el cine es una batalla, y que el guion es la bandera que guía esa batalla. Yo creo en eso. Cuando le presentas a la gente que estará involucrada en el proyecto de una película un guion que les convenza; ya no son necesarias las palabras.

Ellos seguirán y obedecerán a sus propios anhelos, que están motivados por el guion de la película. Ese es mi secreto: el guion, que en todas las películas yo soy el que se encarga de realizarlo.

Agrega: el secreto del silencio me lo enseñó mi padre, indígena analfabeta de la mixteca, campesino. Considero que la gente debe ya de dejar de ir por la vida, por el mundo, diciendo tanta y tanta tontería. Por eso prefiero el silencio.

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