César Rito Salinas
Para A y A
Danzan ligeras algunas flamas, buscan tu cuerpo: aprende a cuidar las plantas, a proteger tu sombrero. Nunca lo aprendiste.
Ella dijo quiero arrojar sobre tu cabeza las cosas que tengo en la mano, el pan, el reloj, la cartera; la dona de mis cabellos. La plancha, la estufa; la taza, la jarra del café, las pastillas, los lentes, el poema.
Él dijo te amo, loca de ira dime que me amas; ella guardó silencio, se sumergió en el pozo del silencio. No volvió al patio a recoger sus cuadernos, que se quedaron abiertos, desnudos. Ella dijo eres un mamón como mamones son tus amigos escritores y los que hacen el viejo escribir, como vieja se encuentra tu pinche sintaxis.
En el cielo pasaron aeroplanos, lagartos, cocodrilos, zancudos con el radar puesto en tu sangre, tu sonrisa.
Él dijo amo tu cabeza en la hora de los locos. Ella dijo estoy triste y esta noche tú no remedias nada. Él, para recobrar su amor, contó la historia de los migrantes: para ocupar un espacio en aquella cabeza enloquecida. Para levantar el tiempo de la paz y los abrazos dijo la historia de los migrantes que se convierten en desempleados.
Ella dijo tú no sabes contar, ¿por qué cambiaste valle de lágrimas por tierra de lágrimas?
Ella dijo quiero dormir, no quiero pelear y acurrucó su cabeza en la almohada; resulta difícil callar, dejar el vicio de las palabras, suspender la impertinencia que me hace abrir la boca en la hora en que ella pretende recobrar la calma.
Ella se sumió en un pozo lleno de silencio, repleto de signos intraducibles. Él dijo necesito aprender a abrazar mi sombrero, aprender a cuidar aquello que me protege, la casa, los vidrios, las plantas que crecen junto a la ventana, ¿me enseñas?