César Rito Salinas
Diré lo siguiente,
óigame usted.
Ella tenía el dedo medio
del pie derecho
recortado,
casi enano.
Así el empeine de su bello pie
al descalzarse
muy en su siniestra razón
semejaba una boca sin diente.
Por aquella imagen imperfecta mataría,
bien lo sé.
Le digo, óigame usted.
Por eso aquella mujer de belleza angelical
utilizaba a todas horas del día
en su casa o en la playa del mar
calzado cubierto, recatado,
que incrementaba
el enigma de su belleza
extraordinaria, singular,
de ángel extraviado entre nosotros.