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sábado, octubre 5, 2024

La casa de los padres

Reportajes


César Rito Salinas
La mujer preguntó con voz engolada: ¿Central? Las casas se encontraban bastante próximas, a una pregunta.
El mundo todavía no estaba poblado de augurios, teníamos casa.
En aquel tiempo las cosas eran accesible, bastaba marcar el cero. ¿Central? El patio con su juego de pelota surgía todas las tardes, a las cuatro en punto.
La mirada de padre al alcance de la mano, como una taza de café, un ramo de flores, un par de anteojos sobre el periódico ¿Central? Repiquetea el teléfono en su color beige, ahuesado, su círculo transparente con fondo de números negros.
Siempre quise mirar por debajo del teléfono.
Mis hermanos mayores contestaban el llamado en voz baja, se escondían pegados a la pared para que no los escuchara mi madre.
La ubicación del teléfono dentro de la casa la decidió mi padre, junto a la ventana. El disco del teléfono era enorme o ahora lo imagino enorme, marcar en la mica transparente hacía un ruido que llegaba a todos los cuartos de la casa.
El cero comunicaba con el pueblo. ¿Central? Sólo se utilizaba el cero. Nunca sostuve una conversación a larga distancia, no había necesidad. En la casa conversaba con padre y madre, los hermanos.
Las horas del día eran en el patio del juego de pelota, el camino sobre los rieles de vuelta de la escuela, el comedor, la cocina.
El teléfono lo utilizaban los mayores.
En mi recuerdo hay una ocasión en que gano el brinco a mis hermanos y respondo, escucho la voz de la telefonista que pregunta con aparente amabilidad, ¿central? Mi voz solicita un número, 2-14, por favor. El teléfono nos conecta con el fondo de la tierra del pueblo.

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