César Rito Salinas
A la manera de Mallarmé, como lo sostuviera en su obra José Donoso, estoy convencido que el mundo existe para llegar a un libro.
En estos tiempos que corren, donde la revolución informativa acorta el tiempo y la existencia misma de los seres humanos, esta afirmación podría tomarse como una verdadera declaración de guerra muy siglo XIX, pero no lo es.
Como lo señaló Alberti en la pintura, prevalece la storia.
Si el hombre es tiempo y espacio, su momento histórico y el lugar que habita, entonces es necesario fijar ese tiempo y ese espacio en que habitamos para dejar constancia de nuestra existencia.
El dispositivo que se utilice, poco importa, lo que sobresale es una narrativa, un cuento.
Esto lo observamos al inicio de las campañas políticas, los candidatos apuestan en el arranque a plantear la historia, su versión.
No para ser vista por otros, sino para refrescarnos los días que están por venir.
Fijar ideas, pensamientos y sentimientos para dejar constancia de nuestros días en esta tierra. Pienso, por ejemplo, en la Oaxaca nuestra.
En la calle, la esquina, el barrio en que habitamos.
En todo aquello que nutre nuestro cuerpo: el desayuno de domingo en casa, el guiso de la abuela, la comida que entrega generosa nuestra madre.
Ese tiempo no puede pasar sobre nosotros sin que nosotros dejemos conciencia de él. Dejaremos constancia de su transcurrir cundo fijemos nuestra memoria en letra impresa (en versión).
El libro es, ni duda cabe, el descubrimiento más grande que ha realizado el género humano, porque en la descodificación de ese artefacto llamado letra impresa, de ese objeto vil llamado libro, quien escribe logra abolir al hombre de la esclavitud a que está destinado por el tiempo y el espacio en que existe.
Por eso los candidatos acuden a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
Sólo los dioses, las divinidades, pueden existir más allá del tiempo y el espacio.
Pero el mortal, ingresa al ámbito de lo divino cuando establece un mecanismo mediante el cual hace perdurar su existencia, la escritura.
El escribir está más allá de un viaje a la luna, del descubrimiento y desarrollo de la energía nuclear o de los misiles aéreos, que se pueden trasladar a miles de kilómetros con tan sólo oprimir un botón.
Intenten ustedes este ejercicio, observen a su hijo cuando escribe su nombre, podrán ver cómo les cambia el rostro de asombro.
Infancia es destino, lo sabían los griegos y los publicistas de la política como también lo supo Mallarmé.