César Rito Salinas
Cuando él duerme yo reviso la bolsa de su camisa (así me lo enseñaron las viejas sabias, pertenezco al Clan del Chocolate Espeso).
El amante trae libros cuando viene, entra por la ventana con su cargamento, dice que con los libros podré habitar otras geografías.
Un día leí esto en una hoja olvidada entre las páginas de un libro: “Una noche apareció en el bar, como suceden las cosas importantes, sin aviso. La misma caja de música, la misma barra, el mismo almendro que tira su fruto amargo sobre los bebederos, los mismos dolores. Toda la noche fue encuentro, continuación de una plática iniciada hace tanto tiempo que ya no recuerdo dónde tuvo principio. O eso pareció. Ella estaba acompañada por un amigo suyo, bebió tres preparados de cerveza con salsa y limón. Yo me agarraba a la bolsita de tabaco. Su amigo se despidió en la esquina del parque. Ella con el viento en sus cabellos aceptó mi beso bajo la luz amortiguada de un cajero automático. Toda la irreverencia de la madrugada sobre la luz azul y roja del cajero automático”.