César Rito Salinas
El cerebro disperso se ordena dentro de la biblioteca -el espacio de libros nos trae la experiencia del futuro.
Practicar la comprensión lectora será instalar las horas frente una aduana donde van y vienen rostros, voces.
¿Por qué buscamos dar palabras a la experiencia que se basa en emociones?
El primer viaje que realizamos lo propicia la voz (sabemos de la inmensidad del mundo, descubrimos de muy pequeños de las voces que lo pueblan).
Frente a la biblioteca, ¿a qué le temen los padres?
A mostrar su escaso tamaño.
Ocultamos el miedo al ridículo cuando recibimos las preguntas de los pequeños, pero nos traicionan los gestos de nuestro rostro.
Es tanta la ignorancia de los mayores que se abre un abismo; el pequeño lo nota, y se integra a las hileras de los libros que guardan silencio.
La biblioteca será el sitio de la independencia.
El niño conoce a sus padres, y sabe el punto donde les duelen ciertas circunstancias.
Uno
Leer es competir.
Y en el duelo que se realiza en la biblioteca los padres son derrotados.
El primer duelo de talentos que se da entre el hijo y los padres ocurre en el orden del lenguaje -también lo llamamos choque generacional.
Los padres van mil pasos atrás, cargan con el pasado ágrafo, el miserable mundo de la televisión; sin referencias con el lenguaje escrito.
Dos
No somos lectores; no podemos producir lectores (ni como familia ni como sistema de gobierno, como sociedad).
El niño, la niña, viene de la experiencia reciente de juntar sonidos, sílabas, letras; su cerebro está emocionado y lo quiere mostrar.
¿Cómo se encuentran los padres cuando ocurre esta experiencia?
Agotados, miserables, exprimidos.
Cuando el pequeño tiene seis, nueve, diez años el padre, la madre, sabe de la explotación laboral, de las cuentas por pagar; de las diferencias sociales.
Llevan una vida de rutina, carente de emociones.
Y el hijo, la hija, acaba de descubrir el mundo de las palabras escritas, aquello que llamamos sentido.
¿Algún adulto puede compartir con sus hijos la forma para obtener el sentido a las palabras escritas?
(Cuando leemos la palabra sol ¿quiere decir que está el sol ahí?)
¿Pueden los padres aguantar este ritmo salvaje del cerebro que recién descubre la maravilla de otorgar significados a las letras?
(¿Una fuente es una fuente es una fuente?
No.
A los mayores nos resulta imposible elaborar una sintaxis; somos de pensamiento cuadrado.
Tres
Dice Montalbetti que cien años después de ver la luz Trilce, el libro de poemas de Vallejo, no tenemos un libro que hable de la interpretación de los poemas de Trilce.
Cuatro
¿Qué hacer ante esa circunstancia?
Confiar en el tiempo de las especializaciones.
Darnos por derrotados, escurrir el bulto, contratar a alguien que acompañe a los hijos a la biblioteca, que los guíe por la selva donde habitan autores, obras, títulos, generaciones, tradiciones; las literaturas nacionales.
¿Pueden los padres salir adelante en esta competencia que les propone la emoción de sus pequeños?
No.
Le pediríamos peras al almo; esperar talento en los padres será pretender sacar agua a las piedras.
Cinco
La mala educación nos lleva a lo inefable; el niño sabe de lo que no se puede decir y le busca palabras -las inventa.
Como sociedad no observamos este punto de la primera competencia de capacidades que se da en cada generación. Los hijos se avergüenzan de los padres -tan lentos padres, tan inútiles; los padres buscan competir con sus hijos, sacan a los autores que los maravillaron en el bachillerato. gente del pasado, para todo sacan su realismo mágico, autores latinoamericanos.
No se dan cuenta que la literatura es un organismo vivo, cambiante -para cada generación deberá existir una traducción propia de La Comedia, El Quijote.
Las niñas mueren de pena cuando descubren que sus madres, los padres, nada saben de las autoras.
Cuánta ignorancia; les repugna.
Seis
Los padres pretenden obligar a sus hijos, hijas, a que hablen su español champurrado, su racismo aplicado en la conversación, su desprecio por los animales, la naturaleza, los semejantes; su ridículo amor por el dinero.
Y hay choque.
Y los hijos, las hijas agarran rumbo, eligen el lenguaje de su tiempo, sus palabras.
¿De dónde sacan los padres que sus hijos serán herederos de una lengua muerta?
No lo sé -lo que sí sé es que los padres no hablan latín, sánscrito, arameo antiguo. Actúan como si ya hubiera muerto su lengua, obligan a utilizar aquellas palabras ajenas a sus hijos para nombrar lo cotidiano.
Siete
El mundo se hace cuando alguien lo nombra
¿Los hijos no son propiedad de los padres?
¿Cuándo entenderemos que no están obligados a cargar con nuestras tradiciones?
Parecemos marcianos.
No sabemos nada de nuestros hijos.
Creemos que la obligación de los pequeños es obedecer; intentamos imponer nuestro “gusto” por ciertos autores (verdaderos prejuicios).
¿Quién lee a Hemingway? Ese señor mataba leones.