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jueves, noviembre 21, 2024

La historia tremebunda

Reportajes

César Rito Salinas

Tenemos el lenguaje escrito de la extrañeza, la ficción. Nadie escribe cuando saca el perro a la calle: Retírate (hablamos quizá palabras inmediatas, decimos fuera, a la chingada, largo de acá; pero nunca esa palabra libresca, retírate),

Tan aséptica mosca decidida a ser líquido reniega ya de su pasado aéreo para convertirse en entraña.

Continuemos pues, con este viraje, cambio, del lenguaje cotidiano.

Lava tus manos con ceniza. Que lo sucio limpie lo sucio, deja de cargar cenizas entre las manos.

La mosca decidió morir en el vaso. Renunció a su naturaleza aérea, se convirtió en entraña. En la esquina bebo mezcal en vaso cargado de moscas, mientras observo volar a los ángeles. Intento llegar con las palabras escritas al mar de los afectos.

¿Te conté que en la infancia mis padres me dejaron al cuidado de mi pequeña perra? Salí a comprar galletas a la esquina. Dejé bajo siete candados a mi pequeña perra. A mi regreso un perro la cogía tras la ventana. Ella paraba la cola. Sacaba la lengua. Entornaba los ojos. Aquella tarde lloré por mi perra, cogida tras la ventana.

Cuando llegaron mis padres lloré con mis padres. Por mi descuido dejé abierta la puerta, la perra salió al patio. Murió aplastada bajo las ruedas de un carro. Mis padres consolaron mi llanto con regalos. Yo era el último hijo de mis padres. Aquella tarde lo supe, las cenizas borran las manchas.

A nadie le dije el incidente en la ventana. En las noches de calor veo a la perra con sus ojos entornados, el culo elevado, su amplia sonrisa entre colmillos blanquecidos, la larga lengua roja.

Lloro por mi perra muerta por mi descuido.

Lava tu cuerpo con cenizas, que el pasado borre el pasado.

Ama la mosca que flota en el vaso, cuando el aire se convierte en entraña, pudrición.

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