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jueves, septiembre 19, 2024

La madrugada y sus horas

Reportajes

César Rito Salinas

Llega la madrugada con su oscuridad cargada de cantos de gallos, aullidos de perros. Pasa junto a mi ventana la noche cerrada, la oscuridad total, en esta hora del Tentador.

En la mesa de trabajo espera el libro de poemas, la novela que se agota en dilatadas jornadas de lectura.
Este es el tiempo de levantar el cuerpo, interrumpir el sueño para tratar de obtener una imagen de la duermevela, del sueño que registra la memoria: un río de aguas claras, una ciudad que nunca he visitado o el rostro de una mujer hermosa.

Todo puede ser registrado en esa libreta de tapas duras que me aguarda junto a la lámpara. La madrugada es fría, con la edad y con este tiempo los huesos se reblandecen, hay que abrigarse lo suficiente: cubrirse las espaldas con un buen chaquetón, taparse la cabeza con un gorro.

En otro tiempo yo me reía de los escritores que usaban guantes contra el frío para no tocar las teclas de la máquina al escribir, para evitar las reúmas. En ese tiempo uno utilizaba una gélida máquina mecánica que hacía un ruido chulo, que despertaba a todo el vecindario.

La corte de gallos y el horizonte de perros persisten en su afán de espantar fantasmas. ¿Qué es lo que verán estos animales en la oscuridad que tanto se empeñan en interrumpir el sueño del que descansa?

La pluma se arrastra entre las líneas de la libreta. Tras de sí deja dos elementos que me impulsan a vivir: el olor de la tinta, que está metido en mi alma, y la escritura.

Me parece mágico que con un objeto llamado pluma y con otro objeto llamado libreta, ambos no dirían nada si se mantuvieran alejados, se pueda logar la presencia de sentimientos, ideas, pensamientos; todos inasibles, todos dentro del mundo de lo subjetivo, pero que al conjuro del olor de la tinta sobre la libreta se hacen presentes, ingresan al mundo de lo objetivo y verificable.
La madrugada pasa, deja atrás estos pensamientos. La pluma se agita entre mis dedos, la libreta no se cansa de pasar hoja tras hoja.

Más tarde, cuando camine por las calles de la ciudad el mundo me será adverso, enfrentaré envidia y odio de los que me rodean. En tanto, en esta hora de la madrugada, hora del Tentador, escribo y existo, recargo baterías para enfrentar el día, mi vida.

Esa es la existencia de quien escribe en estas tierras de provincias: entregarse para ser odiado por aquellos castrados que sueñan con escribir pero que los detiene su autocensura.

Esto nos tocó vivir: ser habitantes de la madrugada, que es la hora en que real y plenamente uno existe.

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