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lunes, septiembre 16, 2024

La oscuridad que permite respirar sobre los cuerpos

Reportajes

César Rito Salinas

Bajamos de la montaña a Tuxtepec.

El antepenúltimo recuerdo que tengo de Tuxtepec es este: la luz en un congal, la oscuridad que permite respirar sobre los cuerpos, yo bailo con una chica mientras un amigo bebe cerveza acodado en la barra, la tristeza por una separación amorosa lo embarga. Ella dice, “que venga, puedo con los dos”. El amigo triste llega hasta nosotros, lo invitamos a bailar. Ella pregunta con inocencia y maldad, “¿Qué chiche prefieres, la izquierda o la derecha?”.

María Sabina supo lo que cantaba, “conozco al Juez”, dijo. Soy la puerta del burdel que se abre y cierra con una llave. Soy el viento que tiene la llave. Soy la boca que repite tu nombre frente a la puerta cerrada. Soy la puerta oscura del burdel

La mano se acerca al gua para anticipar el futuro. Sabemos que sobre el agua se hicieron los días.

Soy personal subalterno de la marina mercante, la Capitanía de Puerto me extendió un documento que acredita mi capacidad para desempeñar un cargo a bordo de una embarcación. Antes de zarpar, por disposición presidencial, tuve que leer cláusulas y artículos de la Ley de Navegación y Comercio Marítimos. Mi nave cuenta con pasavante y despacho donde se detalla la carga y medida de la bodega; y eslora de nuestra embarcación.

Ella dijo: necesito una máquina para cortar el cabello.

Músicos y cantantes fueron excluidos del pueblo por la iglesia, traían la fiesta en las manos. Algo de los indios mexicanos viajó al Mississippi, así lo demuestran los documentos que registran las primeras danzas africanas en Congo Square, hoy conocido como Louis Armstrong Park.

Suena el canto del hombre para dar cuerpo a la tristeza. El indio saca el sonido del morral,  de la vaina de su machete. Canta el huaracho (hay una constelación huaracho) como animal de monte. El canto del indio trae la historia de los caminos. Los necesitados se mantienen en movimiento, encuentran en el viaje las razones de la existencia y el canto.   

El poeta Jerome Rothemberg llegó a México en el verano de 1979 para negociar la publicación y traducción al inglés de Vida, el documental de María Sabina: Mujer Espíritu, de Nicolás Echeverría. María Sabina, la mujer del huipil con pájaros y flores que comía Niños Santos.

La primera medicina es la voz. La segunda medicina es la música que sale del cuerpo.

La música con saltos en el aire llama a las cosas perdidas. La llave despierta, inesperadamente, desata la furia del cobre porque entiende que otra ocupa su lugar en el llavero.

La música llama al Dios de la Guerra que juega en la calle con los perros; despierta a los muertos que prestan oído al viento que se unta a los caminos; a los ofendidos, que mantienen bajo la lengua una diminuta piedra, para no morir de sed; los marginados que llevan en el pecho todas las canciones.

Soy foco rojo que presencia el crimen en la noche. Soy el brillo en los ojos del muerto. Soy un muerto que anda como papalote en el cielo.

La música en la oscuridad permite que todo lo extraviado recobre vida, que ande. Entre los objetos que carga la gente, relojes, lentes oscuros, sombreros, se esconde la envidia.

María Sabina nació en el año 1894, según consta en acta bautismal. Gordon Guasson publicó sobre sus cantos en 1955, fue portada del Life. María Sabina anciana y payasa. Ella viene de una rama del género humano que desconoce su propia edad, fue intocada por la letra impresa. No conoció a su padre, murió cuando ella era niña, convertido en guajolote, con granos en el cuello. Los vecinos y su familia entraron a robar  su casa, las pertenencias.

Entonces bajamos de la montaña a Tuxtepec:

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