César Rito Salinas
El campanario repleto de aguacero llama por tu nombre. Hierve el pescado en el aceite. El ojo enrojecido del anafre nos mira a todos, 20: 00 horas. La noche se echa entre las hojas del almendro. Un foco de 100 watts alumbra la habitación sin repellar.
La sábana blanca es la puerta tras la que se ocultan las miradas. Sobre la tela se extienden osos de peluche y pelotas azules.
La luna se encierra en las ollas de barro para que no le piquen los zancudos.
Los muchachos juegan básquet en la calle mientras un hombre les habla de Cristo. ¿Qué hacer para salir de esta calle?
Está la noche del puerto sin marineros. La luz mercurial llama a las hormigas con alas. Las palabras de la religión son la única salida de esta calle larga cargada de ojos y lenguas.
En el patio oscurecido se escucha la música del velorio. La carretera existe en el rugido del freno de motor. Admisión, Compresión expansión y escape. Cuatro tiempos de la máquina. La escritura crece con el ladrido de los perros.
La escritura viene a buscarme a esta banqueta. Arde la noche de quincena en Lomas de Galindo. El olor del pescado frito se expande entre el recuerdo del almendro que cabecea cargado de frutos y sueño. El olor de la tinta se extiende en la libreta, surge repleto como el olor del seno blanco de una adolescente.