César Rito Salinas
Las palabras del poema deben crecer en oposición, la oposición fortalece el porvenir. Cada poema debe nacer con su oposición. La oposición mira el futuro sin despeinarse por el viento que corre.
La oposición siempre vuelve a pelear por el presente. En la oposición anidan los proyectos que el hombre hace para esta vida. La oposición sabe esperar. Los opositores forman legión.
Entra a la papelería a comprar libretas. En la adolescencia no tuve el dinero suficiente
para invitar a mi novia a comprar libretas y escribir para ella poemas.
“No tiro basura en la calle”, dijo ella.
Las mujeres cargan el bolso sobre la cadera.
Salta coyote, salta. Persigue a la gallina.
Más que a la carne persigue el sonido gitado de las inútiles alas que se estremecen con espanto.
Las mujeres cargan espejos en el bolso para mirar por la espalda.
El gobierno y sus opositores son indispensables para hacer circular la acción literaria.
Hacen ambiente para el desarrollo del poema.
El pleito y su resultado final hacen el poema. El poeta sólo necesita contemplar los restos de la contienda, y realizar posterior limpieza entre lo que resulta del pleito entre gobierno y opositores.
El poema nace de la pugna entre dos bandos.
Los poetas gustan suicidarse en habitaciones de hotel forradas con envases de Pepsi.
El perro hace el poema. La imagen del perro sentado, pinto. Las manchas negras, el pelo blanco, la ceja arriba, la cola mocha.
Los políticos existen para la competencia electoral.
Llegan al poder como resultado de un pleito a muerte.
Cuando son gobierno se dedican a respaldar a sus correligionarios. Así pasa la historia entre derrumbes y esperanza.
Los políticos habitan entre colores. Verde, rojo, amarillo. Azul. Son gobierno y pleito, venganza. Los políticos en el gobierno son vencidos por sus opositores y aquéllos que fueron sus simpatizantes son repudiados por las mujeres y hombres del nuevo gobierno, la nueva cultura.
Ladillas. Un principio de orden es proponer que las ladillas se combaten con espejos.
Cinco siete cinco. Las cuatro estaciones del año y tu sorpresa (Sí, habrá que acertar a tu sorpresa: cinco, siete, cinco.
Será necesario convocar a la capacidad de asombro, algo no humano.). La vida sobre un billete que nos llega desde el siglo XVII. Tenemos amores cortesanos: cinco, siete, cinco. Lo centenario que anda sobre diecisiete sílabas. Todo el río, las sendas, el monte que anda sobre un montoncito de sílabas.
Cinco, siete, cinco. Algo brinca dentro de la camisa tan ajustada. Lo apretado y verde en la quilla de las barcas parte las aguas. Una luz. La pala que guía las embarcaciones, el remo que anda, penetra las aguas y emerge como animal jubiloso. Cinco, siete, cinco. El trote de la aurora, ¿lo escuchas?
Cinco, siete, cinco. Lo que miro y respiro. Cinco. Un surtidor inagotable que desliza imágenes con el ojo. Siete. Cauce de agua. La voz del viento en el monte. Cinco. Un tiempo circular que viste de rojo. Cinco, siete, cinco. Un círculo que avanza y se detiene. Cinco, siete, cinco. Potencia horizontal. Cinco, siete, cinco.
La bicicleta y la rueda. Lo que se mueve en horizontal y vertical, aquello que forma círculos. Una tarde de otoño que se revela por siempre.