César Rito Salinas
Cuando la tarde en tus ojos
Ojos que no ven corazón que hasta luego buenas tardes me voy corriendo porque llevo prisa. ¿No querrás arrinconarme en la pila de agua, verdad?
Quiero mamar tu seno en el panteón.
Tengo marido.
Buenas tardes señora, en el cuarto de herramientas tengo la herramienta.
¿Tiene luz o está oscuro?
¿Para qué quiere luz?
Es que me dan miedo los animales.
No se apure por los animales, el cuartito está limpio.
Hasta luego me voy corriendo, sólo bien a hacer una pregunta, pasé a preguntar a la difuntita un asunto.
¿Vino a hacer una consulta con la finadita?
Mi tía prestaba dinero. En Gloria esté. Prestaba dinero, pero no llevaba papeles. Todo lo hacía en su cabeza con un mover de labios. El dinero es el Diablo que entra por la boca cuando se le menciona. Por eso vengo aquí, a platicar con la finada. La gente es mala, luego de que recibe ayuda se olvidan de sus compromisos. Pero los muertos tienen buena memoria. ¿Dónde tienes la herramienta? Mi tía cuidaba muy bien sus cosas, cuando te cueste y sea tuyo, puedes hacer con las cosas lo que quieras, decía.
Cuando te cueste.
Yo siempre estuve con ella, soy mujer sola.
De buen sentimiento.
¿Dónde tienes la herramienta? Cuándo te/¿dónde está la herramienta? Con la preocupación traigo la cabeza toda revuelta.
Dos
Ella corre desnuda entre las tumbas, a la luz de la luna como loba en celo. No viene a media noche, como fantasma, llega recién entrada la noche, al principio, ya de noche, cuando sólo se distinguen los susurros en la oscuridad ella se desnuda y salta entre las tumbas como chapulín en tiempo de las aguas.
Ella tiene maña, yo la dejo correr y la alcanzo a mitad del cementerio. Yo la dejo correr, voy primero a cerrar las puertas del panteón no vaya a entrar un borracho y la vea que corre sin ropa entre las tumbas. La gente se muere de susto con lo que mira. Ella corre hasta que se cansa, habla con los muertos. Llega a la pila de agua que está en la esquina junto a la puerta oriente con el cuerpo embarrado de tierra húmeda.
Para lavar su cuerpo entramos al agua, que es como meterse a la noche dos veces oscura. Oscura al cuadrado donde nos hace falta el oxígeno y el cuerpo busca el aire con las manos. En el agua sólo encontramos nuestro cuerpo. Del sexo tomamos todo el aire que requieren los pulmones bajo el agua. Nos tocamos. Porque hace falta el aire entre la oscuridad del agua. Para guiarnos, para respirar, para alimentarnos de caminos.
El viento mueve las hojas de mango, ensucia y barre las tumbas. Yo me pego a su pezón y en mi recuerdo se va haciendo el tiempo en que fui pez. En el principio fuimos marinos. Yo recuerdo el tiempo en que nadaba dentro de mi madre. Hubo un tiempo en esta historia en que yo era muerto y nadaba en las aguas negras de la tierra, de esas subterráneas que saben a separos de la Policía Judicial. Atravieso a la mujer hasta llegar a sus pulmones, ella pegada a mi cuerpo como rama al árbol sube hasta alcanzar el aire de la noche.
Yo voy dentro de ella como si fuera su hijo.
Jala, respira el aire, montada en mi cintura mientras yo soy el muerto que anda sin voluntad dentro de su carne.