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lunes, septiembre 16, 2024

La visita esperada

Reportajes

Le dije que no desesperara, que Julio César Chávez, en una de tantas llegaría a Pochutla, acudiendo a su llamado.

Parecía que un oculto imán lo ponía siempre junto a mí en el cajero del banco, en la peluquería, o en los baños de paga donde la urgencia me llevaba a desahogar la vejiga, después de haber bebido unas veinte chilacayotas en busca de apaciguar el tremendo calor de aquellas primeras mañanas de marzo.

“Es que yo ya hablé con él”, me decía, “y quedó muy formal de venir; entonces, para ese día, se va a reunir con el presidente municipal y todo su cabildo, y nosotros le vamos a ofrecer una comida, sencilla, pero al fin comida que le vamos a preparar de corazón”.

A mí me quedaba claro que la vida de Matus rotaba en torno a ese boxeador venido a menos y balconeado en sus encuentros con gente de mal vivir. Pero no se me fuera a ocurrir hacer mención de ello en presencia de su más ferviente admirador, porque tendría que atenerme al efecto de su enojo y de su malestar. Por eso, el diálogo era muy simple y breve, “el señor va a venir y usted mi maestro le va a cantar de esas canciones que se sabe, sin duda a don Julio César le van a gustar demasiado y usted se va a hacer más famoso”.

Tampoco podía yo contradecir aquella idea peregrina acerca de mi fama, porque si alguna fama me asistía era precisamente el no tenerla; así estar desprovisto de palmarés que certificaran lo dicho por Matus, era algo más que elocuente. Cierto de que, lo que para mí resultaba espurio, para él era todo lo contrario; me manejaba en ese espacio a la deriva en que se mueven los marineros que abandonan su nave después de pasar una larga temporada en altamar; él se daba cuenta, pero, en ese nivel de compresión, concitaba sus mejores esperanzas con mi peor pesimismo.

Y de nuevo volvernos a encontrar en el lugar menos esperado. Cierto día, desde la acera opuesta lo vi agitando la mano para hacerse visible a mis ojos, gritando a todo lo que daban sus pulmones: “¡ya mero viene Chávez, ya sólo es cosa de detalles, Maestro, ¡vamos a esperar!” Y yo, desde la prisa de mis compromisos pendientes, asintiendo con condescendencia, que sí, que íbamos a llevar a buen destino su empresa con la llegada de Chávez, el recibimiento por parte de las autoridades, la comida y, “sobre todo Maestro, sus canciones, para que el amigo se lleve una grata impresión y se anime a venir otra vez”.

Para mí es punto más que imposible no regresar a Pochutla cada día; por ahí me verán platicando con Matus y sabrán que el asunto que tratamos siempre es el mismo: la visita de Chávez, la recepción de las autoridades, la comida, y “sus canciones maestro, para que se quede con las ganas de regresar a nuestro querido Pochutla”.

Fer Amaya 

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