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miércoles, septiembre 18, 2024

La vuelta de los relatos que nunca mueren

Reportajes

César Rito Salinas

El viento busca el camino de regreso a casa, nombra las sílabas en mixteco: Kava Teku. El nombre de la calle resulta significativo, como cada nombre que designa la calle de los miles de pueblos que se esparcen por el lomerío, Kava Teku puedo decir la vuela al polvo, rojo de ira que se esparce sobre las casas de adobe; pero no lo puedo afirmar.

Cuando estaban cuidando los animales, un familiar mío encontró la imagen del santo. Allá donde vivían se pusieron de acuerdo en reunión, vino a ver el santo un vecino de Estetla, un hombre que sabía leer y escribir, el señor Pío Quinto López. Él fue quien avisó en la ciudad de la aparición, Pío Quinto fue a Oaxaca; buscaron allá información, cómo hacerle para enterar a la iglesia de la aparición del santo.

Las primeras personas que supieron de la aparición avisaron al cura de Catedral y el cura vino a ver, se hizo una misa, pero el mismo cura no quería que se construyera el templo donde actualmente se levanta porque en ese lugar no había agua, y el mismo cura mandó a construir el templo allá junto al río Cholula.

Ahí construyeron la iglesia del santo que se apareció en el bosque, San Mateo. El santo no quiso quedarse en el lugar que le asignó la Iglesia, lo llevaron y, al otro día, ya no estaba donde lo dejaron la noche anterior. Se había regresado al bosque. Lo echaron a buscar por los alrededores, allá junto al río, y el santo estaba aquí mismo, en el lugar donde se apareció. Alguien tuvo la idea de llevarlo a Contreras, allá se llevaron a nuestro santo y la imagen hizo lo mismo, regresó al bosque de su aparición.

En Contreras pensaron en construir la iglesia, pero el santo no lo permitió porque ese lugar no era el de su aparición. Por la mañana lo llevaban a Contreras, trabajaban todo el día en la construcción de su iglesia, y a la siguiente el santo ya no estaba, había desaparecido. Cuando vinieron a buscarlo al bosque, en lo que ahora es el centro de San Mateo, acá estaba la imagen. El señor Pío Quinto, gente de razón, dijo: el santo no quiere otro lugar para su iglesia; pero en el sitio de su aparición no había agua para construir los muros de adobe, que requiere tanto líquido. En el lugar había agua, pero una mosca no dejó que se usara. Lo decidieron, se pusieron a construir la iglesia, a media loma había otro pozo, pero no alcanzaba el agua. Pío Quinto volvió a buscar al cura de la Catedral y el cura vino a hacer misa donde estaba el pozo. En el brocal del pozo se encontró como una red de moscas que hacían imposible obtener agua de ese pozo.

Adentro de esa red salía la mosca que no dejaba agarrar agua. El cura hizo una misa, al término dio la bendición al lugar; luego de eso, la mosca dejó sacar agua para hacer los adobes de la iglesia. A ese pozo de agua lo conocemos como Pozo Mosca.

Los abuelos recuerdan que no fueron muchas las personas que pretendieron hacer la iglesia de San Mateo, marcan que fueron veinticuatro gentes, doce hombres y doce mujeres. Los niños acarreaban el gua de las tres lagunas; las mujeres empezaron a hacer el lodo para los adobes, los hombres se pusieron a hacer tabiques. Con el tiempo se acabaron los recursos para seguir con el trabajo de la iglesia, acá había mucho pino, mucho monte, ni sembrar se podía. Fue entonces que Pío Quinto mandó sembrar árboles de mora.

Con la mora creció el gusano de seda. Las mujeres hicieron hilos, y en telares empezaron a hacer una bolsa de seda, Pío Quinto mandó a vender esa bolsa a Oaxaca. Allá fueron a comerciar para lograr algo de los recursos, fue así que para levantar la iglesia se hizo la bolsa y la servilleta donde se echan las tortillas.

Se pusieron a construir la iglesia del santo, en un cerro chiquito, boludo, sobre ese cerro estaba la imagen del San Mateo en espera de la construcción de su iglesia. En compañía de su imagen, la imagen del santo, que ya no se volvió a escapar ni se separó de esta tierra, hicieron su iglesia. Cuando no había camino existían viviendas separadas por el lomerío, metidas en la inmensidad del bosque; en caso de peligro, los vecinos se alertaban a través del eco (dice la leyenda que eran dos compadres).

El nombre de la calle, Kava Teku, proviene del mixteco, significa piedra del eco o piedra de las comadres. El nombre de la calle sube hasta los cielos animada por el viento, el espacio del héroe donde crece la historia mítica; yo camino la tierra seca, con un dolor clavado en el costado. Con tardes de viento pienso en el regreso, en la vuelta de las historias que viajan alegres por el bosque, que escuché de los ancianos que esperan volver al sitio del milagro.

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