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sábado, octubre 5, 2024

Las extraordinarias posibilidades narrativas de las cosas comunes

Reportajes

César Rito Salinas

Tengo claro que es el lector quien aporta el sentido a la escritura. Puedo leer la Biblia, la nota que acompaña a las hojas desgarradas del calendario o las instrucciones de uso de un rotomartillo y recordar en ese instante las palabras de la abuela. Se escribe para el lector del futuro, para el que vendrá, el que todavía no nace. Muertos y fantasmas -quién lo diría- son seres del futuro.

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El terreno natural del huérfano es la adversidad, o una solución para existir en la carencia. Como el alcohólico consuetudinario enfrenta el mundo adverso, la falta de la bebida cada mañana y en cada amanecer estructura una ruta para satisfacer el deseo de alcohol.

Fijar un pensamiento. Hago historia. En un tiempo, harán unos cinco años, fui miembro del escuadrón de la muerte. Tepo. Teporocho.

¿Cómo pude existir en ese mundo? Con una idea fija en mi cabeza, beber. Tomar mezcal. Las veinticuatro horas del día, y al día siguiente tomar más. Renuncié a casa, familia, amigos, trabajo, dinero. No me empujaba una decepción amorosa, ni un quebranto financiero o la deuda impagable. La salud. O la mala salud, alguna enfermedad. No, yo sólo tenía una idea, beber.

Y me tiré a beber. Claro, mi cuerpo enfermó. Una mañana, un lunes, está de más decirlo, llegó el doctor y me dijo, “te voy a internar, pero será difícil que lo logres”. Recibí el tratamiento médico sin esperanzas de recuperar la salud. ¿Cómo logré salir de aquel estadio de la enfermedad? Con una idea fija, hacer la vida. Escribir.

Como lo pensé en este lunes, también en la cama de hospital pensé, sentí claramente que todo el trámite para recuperar la salud era muy de la escritura literaria (aquí surge otra anotación (quien piensa que la existencia y sus adversidades que es literatura será el octavo personaje que me habita).

Sigo escribiendo. Mis pocas energías se centraron en registrar el hecho, escribir. Para superar la enfermedad me comprometí a escribir.

Esa ecuación, la idea fija, le otorgó a mi cuerpo, a mi organismo, el tiempo requerido para trabajar en su recuperación. Y aquí estoy, padeciendo el duelo por la muerte de mi padre (ese segundo personaje que me habita es necio, siempre regresa. ¿O será que él fue quien me salvó de la muerte para contar con más tiempo en mi vida para atormentarme?).

De aquella etapa de alcohol tengo algunos conocimientos, todo pasa (quien decidió beber hace el noveno pasajero, ¿qué pasa? ¿Voy a seguir llamando más gente?, esto pinta para hacer multitud) (al escribir el entre paréntesis que precede a éste me puse a pensar que hay un décimo personaje, el que le gusta sentir la ebriedad y quedarse callado. Perder el habla. Y a partir de su silencio le gusta contemplar la vida pasar, sin preocuparse por expresar absolutamente nada) (diez, van diez y contando).

El que bebe mezcal anhela el estado de su ebriedad, quisiera que toda la vida fuera la ebriedad.

Pero todo pasa. Así que debe., para alcanzar su estado de perfección, la ebriedad eterna, tomar medidas, administrar su tiempo. Guardar una copa para beber al despertar. (el administrador de la bebida, ¿será el onceavo pasajero? Tengo claro que había un ser miserable que administraba el trago siguiente, aquél que le gustaba anticipar el tiempo y escondía el mezcal para echar el trago cuando ya nadie me acompañaba, en horas de la madrugada)

¿Cuántas copas tequileras caben en un litro de mezcal? ¿Cuántos caballitos? Diecinueve. Diecinueve para el que lo administra, pero en realidad la cifra puede incrementar hasta veinticinco o treinta. Según se rebose o no, el trago.

Escribo trago y veo llorar de mezcal la copa, el recipiente, el cristal. El recuerdo de su aroma me atormenta. El ebrio de mezcal es un animal listo. La sustancia con elementos oleaginosos motiva la reacción de las papilas gustativas con la pura imagen del pensamiento.

El abstemio bebe sin tocar el alcohol, Saliva como perro demente, rabioso. Nadie conoce en realidad al ebrio de mezcal. Su astucia le otorga sobrevivencia, tiempo (¿este ser astuto que convocaba y gobernaba a todos los seres que moran en mi interior será el doceavo?, vaya, sacando bien las cuentas tengo doce personajes en mi interior.

A ver si es posible, por ejemplo, así como todos ellos se concentraban en torno a una botella de mezcal dar voz a todos, hacer que escriban su propia historia. Dejé de beber. Ahora me dedico a embriagar a mis amigos, la federación de almas que porto entre pecho y espalda.

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Se requiere repetición y reinicios para intentar la escritura literaria, esfuerzo y terquedad y -casi se me olvida-, contar con un buen número de muertos, recias almas en pena que no te dejan descansar.

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