César Rito Salinas.
Esto es un asunto de cuentos.
Con esto quiero indicar que habitamos el conflicto, las emociones, la razón y el excesp de información.
Pensar duele.
Acá el presente se pone de la chingada, pero habrá que poner cara y entrarle con valor.
Habitamos la disonancia cognitiva -cuando no entendemos la realidad.
Nos hacen crecer con cuentos, los miedos.
O para poner la cosa elegante, crecemos con mitos.
Para sentirnos diferentes nos llenamos de nombres, cuentos con nombres. Así tenemos a los padres del gusto: Kant, Montesquieu, Hume.
Esta banda se detuvo por un instante y miró el entorno, observó que la iglesia se metía en todo lo que corresponde al individuo, el gusto.
Y la que se armó, se los juro.
La iglesia se puso perra, amenazó con la condenación eterna.
Kant dijo necesitamos la referencia para saber de nuestro gusto, la belleza es absoluta. Existe sin nosotros. Para acercarnos a ella necesitamos de un grupo de amigos que apliquen su tiempo sobre objetos y temas, publiquen sus opiniones y dejen constancia de sus investigaciones para que nosotros levantemos desde ahí nuestra opinión.
Y llegó Montesquieu, que no se llamaba así sino que ese era el título de su cargo nobiliario, era conde, barón, marqués o una cosa de esas que el rey de Francia ocupaba para entretenerse.
Y Hume dijo, no expresamos nuestro gusto, expresamos los prejuicios.
Con lo que pretendía decir: tenemos el gusto que nos impone la iglesia.
Y esta banda sentó las bases del ensayo científico.
Donde unos y otros inventan cuentos a partir de lo ya publicado.
Para mi que son medio huevoncitos.
Muelen lo ya expresado.
Y ahí, en la expresión, hacemos comunidad científica u propalamos los cuentos.
Ahora bien, ¿para cuándo aparece la razón?
Pues aparecerá para mejor tiempo.
Porque los señores científicos inventaron el cuento de la metodología.
Y el estado de la cuestión.
Que es la parte bonita donde el que realiza el ensayo pone a debatir -en su cabeza- a los investigadores que lo preceden.
A lo ya publicado.
En este momento de la sociedad mítica ya corría el concepto de ciencia .
Y estaba en camino de convertirse en la nueva religión.
Si la iglesia y sus seguidores enviaban a la condenación eterna a sus opositores, la ciencia también formó su averno, su propio infierno, envió a sus opositores a la ignorancia.
Un lugar feo y rústico como el infierno.
Y los ciudadanos fueron obligados a tratar sus enfermedades con el médico, no con rezos en las iglesias.
Y antes los dos hechos de fe, la religión y la ciencia, se antepuso la terquedad humana. Somos invencibles, más resistentes que la campeona de la resistencia, la cucaracha.
O las ratas.
Que basan su prevalencia sobre la tierra por su capacidad reproductiva.
Toda ciencia y toda religión basa su potencia en el número de fieles.
Y se necesita gente.
Para ser científicos o contar con la pasión religiosa.
Los mitos crecen entre la población.
Puestas las palabras de esta forma, como un cuento, encuentro relación con otro vocablo, democracia.
Cuando hacemos la referencia de un médico decimos, es bueno.
Porque cyró a mi abuelito. A mi tía. A mi tío.
Pero no nos consta su efectividad.
La efectividad de su ciencia.
Así los políticos, gozan de fama.
Levantan su prestigio a partir de un opositor.
Los de derecha combaten a la izquierda.
Los de la izquierda a la oligarquía de la derecha.
Y vuelta la mula al trigo.
El prestigio se basa en un cuentito, el espacio mítico.
¿Por qué elegimos los cuentos?
Porque nos habita la incertidumbre.
Por el futuro, por el presente, por la enfermedad, por los sueños o por las pesadillas.
Si enfermemos vamos con el médico cargados del miedo de que nos ocurra lo peor.
En ese cuento lo peor es la muerte.
Empero, a la manea de Hume, esos vocablos son prejuicios.
Pensamiento impuesto desde el poder.
Valiendo madres.
¿Qué nos queda?
Hace muchos años, en Nueva York, un señor escribió estas letras: será necesario escribir para los pares.
Era John Doss Pasos.
Nada de escribir para los ricos o para el pueblo o para la religión o para los paisanos o para los amigos de la secundaria.
No.
Escribir para los pares es la propuesta más racional.
Nos indica no abarcar tanto, el pueblo, la ciudad, la provincia, la nación.
No.
Será habitar el presente y escribir -hablar- para los que escuchan.
Tu par.
El clima no está para cuentos, hay que concentrarse en el equipo.
El tiempo de rigores no da para más.
Eso.
Si.
Así
Un poco así.
Tan-tan.