César Rito Salinas
Spiderman trepa el muro con su telaraña, ignora que en lo alto del muro lo espera el alambre de púas donde crece el nido de las aves gigantes.
El helicóptero del gobierno nos vigila, tarde de domingo –su ojo ciego. Las hélices expanden aerosol fijador de sonrisas. Tarde de domingo en que una mano anónima activa la cámara de vigilancia que hace posible el bienestar de tu familia. Magenta y solferino, azul cielo. Tarde bermeja.
La maquinita del dinero, cinco pesos el juego. Billetes de a 20 y 50, bien atados, como tamales. Monedas, muchas monedas esparcidas como las palomitas de maíz que venden a la entrada del cine, bajo el reflector que nunca duerme.
La tarde de rendición y viento. Yo tenía hambre y recordé la infancia, frente al mingitorio remendado.
- Los aeroplanos buscan objetivos inasibles –dijo ella antes de levantarse de la cama.
Hay ventanas cuadradas, de pensamiento oscuro. La ventana ofrece el hombro para que repose la madrugada.
A ella la conocí en medio de un pleito de cantina, su novio le quería partir la cabeza. Las relaciones amorosas arrancan de ideas equivocadas, los involucrados pretenden dar su mejor versión de ellos mismos, el mejor rostro del pasado. Los enamorados son gente talentosa porque en su corazón anida la esperanza. En la bolsa cargo una moneda con tu rostro, y mi rostro.
Anverso y reverso.
Los amantes le arrancan los ojos al perro, para que canten como aves. El perro tuerto no interpone denuncia ante la autoridad judicial, tiene un espíritu superior a la querella, las diligencias judiciales. En la calle faltan policías, y ladrones. Ya no existen los recuerdos, descendieron por una escalera entre mujeres y hombres de ropas recién compradas.
¿Traes una moneda?, preguntó ella.