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viernes, septiembre 20, 2024

Las palabras de un prólogo escrito por Eusebio Ruvalcaba

Reportajes

Redacción

Digo que duele leer a César Rito Salinas. Se abre el libro ―Malcontento/ Una esquina de tu cama― y una gota de ácido cae exactamente en aquella línea que leemos.

Duele porque un sentimiento de orfandad permea los poemas que lo integran. Pese a los textos de índole amorosa que pueblan varias de las páginas de Malcontento/ Una esquina de tu cama, pese a la mirada de acre adiós por una infancia perdida que ondea ya desde ciertos títulos, queda la sensación de que no estamos ante ningún momento de felicidad plena en la vida de este poeta, sino ante ese acto incorruptible de un desvalido que se asoma a la orilla del precipicio.

Porque dicho hombre no se cree con derecho a nada. Ni de mujeres, ni menos de ideas: Años y años tras la Gran Idea./ Mírame ahora:/ diabético, mal hígado,/ mal riñón./ Con esta rutina de 50/ minutos diarios de bicicleta fija./ Tan lejos del ruido y del mundo,/ del mambo./ Sin la Gran Idea para escribir/ una novela./ Lo reconozco./ Ganó la novela./ Aquí estoy viendo/ capítulos repetidos/ de una serie policiaca./ Nadie me dijo/ que la Gran Idea/ estaba muy junto/ a mis almorranas; no se cree con derecho a nada excepto al amor de la madre (ese poema 9 de enero va a sobrevivir a su autor, acuérdense de mí si no), amor ganado con la espada de la tristeza en mano. Pero tampoco, ojo, es que suscite la conmiseración ―vieja práctica por fortuna bastante pasada de moda―, sino la rabia. Porque él es todos nosotros, visto bajo la óptica de la carne en vivo.
César Rito Salinas es una partícula de vida. Ese hombre que trabaja delante de nosotros no es más que un jirón de existencia humana, como esos jirones de nube que se desgarran a simple vista pese a que estén a cientos de metros de distancia. Pero no está solo. Este poeta. Con él está el lector. Leer a César Rito Salinas es sumergirse en un estanque de sensaciones que van de extremo a extremo de la columna vertebral, sumergirse en ese estanque ―que muy pocos, escasísimos poetas alcanzan― y sacar las manos empapadas de vida. El lector no puede permanecer indiferente ante poemas como éste: Leo sobre los últimos días/ de Hemingway,/ su internamiento/ en la clínica Rochester,/ los electrochoques./ Tantos años después/ llora mi corazón/ por la muerte de papá/ Hemingway./ Lo veo en su intento/ de arrojarse de la aeronave,/ buscar las hélices de propulsión./ Realmente una muerte digna la suya,/ como la de un elefante,/ un león, un enorme oso gris./ Desearía para mí/ ese fin,/ pero yo tan sólo soy/ tu perro faldero.
Por último, apunto una reflexión un tanto cuanto al margen pero que viene al caso dados los derroteros de la literatura mexicana en nuestros días: creo firmemente que César Rito Salinas es un poeta de hondas raíces humanas (no hay más que leer y releer este libro). Más preocupado por darle forma a la esfera de barro doloroso que tiene en su mesa de trabajo, que por figurar en las cúpulas del Templo de la Fama. Tan caro a los enanos de espíritu.

EUSEBIO RUVALCABA

Prólogo libro: Malcontento/una esquina de tu cama, Seculta, 2010, Oaxaca, Oax.

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