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viernes, octubre 18, 2024

Las pequeñas diferencias

Reportajes

César Rito Salinas

Las imágenes de la infancia me persiguen, el pueblo con sus calles de tierra mostraba un rostro para cada época del año. En primavera las piedras asomaban filosas, para el verano -con las lluvias de agosto- amanecía un lago tranquilo donde te esperaban aventuras, mil peligros. Para diciembre la calle se convertía en la casa del remolino del diablo, En diciembre era bella, te recibía con la sonrisa en los labios como una vieja amistad que te aguarda a la puerta de la casa.

. ¿Ustedes saben la diferencia entre escribir con lápiz a hacerlo con pluma? No implica, como piensan algunos letrados, clase social (en ambos casos escribir es asunto de desclasados). Con el lápiz uno pude escribir acostado. Con la pluma, al poner el instrumento de cabeza, falla el corazón que impulsa la tinta hasta el extremo.

La pluma exige cierto dirección, impulsa la escritura hacia adelante, de arriba hacia abajo. Con el lápiz no ocurre eso.

El grafito marca por igual en la libreta, parado o acostado. Y ahí está su secreto. ¿Piensan ustedes que esta observación es inútil? No.

El cerebro está diseñado para realizar funciones de acuerdo a un orden preestablecido en los genes y a una posición del cuerpo sobre la tierra.

El cerebro trabaja a la manera de los astros. Con la pluma, recostado, cruzadas las piernas a la altura de los tobillos, con la cabeza apoyada en la almohada, cuando falla la tinta te quedas a la mitad de la acción, con la mano en alto como quien pide la palabra y se la niegan en la asamblea.

Coito interrumpido.

¿Saben lo que implica la interrupción? Deshacer la posición en que se encuentra el cerebro para hacer la escritura con pluma. Cierto movimiento, bajar una pierna de la otra, levantar la cabeza de la almohada.  Cuando la tinta falla, incorporarte y agarrar la vertical que caracteriza al género humano.

Somos bípedos, desgraciadamente.

A veces quisiera ser reptil y arrastrarme hasta tu pecho.

Nadie espera hacer algo extraordinario en posición vertical. A mi me gusta rascarme la cabeza cuando escribo. Hacer equilibrios entre mi mano, el lápiz y la libreta, mis cabellos. Apretar mi cerebro hasta escuchar su crujido.

Y entonces brota el chorro de escritura, constante con buen flujo de salida. ¿Por qué ha de obligarme la interrupción a incorporarme?

Mi alma guarda registro cuando se mecía en los árboles.

Con el lápiz todo ocurre, la escritura representa al mundo que existe aquí adentro y allá afuera. Puedo establecer bloques, combinaciones, unidades de significados. Sonidos, movimiento, ritmos.

Y lograr que ustedes vean, esto es, escribir con lápiz, acostado, me permite acercarme a la cosa que quiero que ustedes vean a través de fragmentos.

Bien pensado escribo para aclarar la imagen de la calle de mi infancia, allá, en el barrio de Santa María, en Tehuantepec.

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