César Rito Salinas
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Un vuelco en el vuelo parejo de las aves, así era cada mañana el pleito de las tres hermanas. Como si de las manos de un niño saliera entre el maizal una piedra certera sin sonido y sin sombra.
Una piedra del arroyo del camino.
Y el pájaro con el impacto perdiera substancia etérea y fuera cosa con pico y alas y sombra, patas con escamas.
- Le voy a decir a mamá.
El cuarto se llenaba de rasguños y patadas, pujidos y llaves chinas. El cuarto era todo oscuridad total con estrellitas. - Ni se te ocurra.
La casa como el campo abierto donde los niños salen a tirar piedras a los pájaros y matar palomas y pichones.
El campo donde corre libre el perro pinto, alejado de las miradas de los abuelos. Pinto saca la lengua de tanto sol y correr, dicen que los perros transpiran por la lengua.
Ni una sombra en el campo donde esconderse del sol, las piedras, los pájaros y los niños que corren lejos de las miradas de los padres. La casa como un campo con flores y sombra y canto de aves. - Trompuda.
La mayor de las tres hermanas se llama Zaira, las otras dos hermanas en esta historia sólo se llaman hermanas. - Zaira tiene novio.
Y la luz de la mañana se abre a puñetazos y jadeos. Una bola hecha de tres cuerpos que ruedan en el piso lustroso, recién barrido. En la ventana entra el aire fresco de la mañana cargado de olores de azahar de la flor del naranjo. - Niñas apúrense porque se les hace tarde el desayuno.
Los libros de quinto año de la primaria regados en el piso. Lápiz y sacapuntas, colores y libretas entran en combate silencioso. - ¿Quieres ser mi novia?
- Si.
La tarde no es más que canto de pájaros al volver de la escuela. Una pareja de niños, mujer y hombre, se retrasan del grupo que avanza entre empujones y silbidos. Mochila a la espalda.
El campo abierto queda ahí enfrente, se abre desde los bordes de la calle hasta perderse en la mirada. Allá, bien lejos, donde se levanta la loma. Los pájaros vuelan de regreso al nido. La tarde es la hora en que destaca lo diminuto en el paisaje, el grupo de niños que regresa de la escuela, la punta de la loma, los pájaros.
Los dos niños mochila al hombro que se retrasan del grupo y hay un veloz toque de con las palmas de la mano. Paisaje eléctrico - Trompuda.
Zaira con su hermana menor trenzada en pleito silencioso, mudo.
La mamá de ellas entona una canción de amor que sale desde la radio mientras arregla la mesa para el desayuno de la familia. - Zaira tiene novio.
Los insultos duelen más cuando te lo dicen así, pegaditos al oído. Y el gancho al hígado pegado muy en cortito, duele un friego. Y la rodilla clavada en el vientre quita el aire, la respiración. Y el dolor que hace que todo se oscurezca y se vean estrellitas.
Como canto de pájaros en la tarde.-_ Le voy a decir a mi mamá.
La más pequeña de las tres hermanas patea a los cuerpos que ruedan. Para ella no hay distingos, sólo la risita ahogada y la pierna izquierda que no se cansa de pegar a los cuerpos de sus hermanas que ruedan destrenzadas en el piso. Ríen y pregunta, ¿qué es un novio?
_ Si me regalas tu falda roja no di-nada.
Los pájaros vuelven a cantar en el patio mientras el perro pinto persigue una mariposa verde, la lluvia que nadie sabe de dónde sale vuelve a caer sobre los campos de labranza, las tres hermanas se arreglan para iniciar la jornada del día, bellas, tiernas como piedras pequeñas esparcidas en el arroyo del camino. Las tres hermanas sentadas a la mesa para tomar su desayuno. - Mami, Zaira me quiere mucho, me regaló su falda roja.
Una brisa ligera acaricia la frente de las tres hermanas, se entretiene en el mentón de Zaira y se escapa volando tras un pájaro de pecho amarillo. Los pájaros de la mañana, veloces como la mirada de un niño que se posa en el hombro de una niña, lejos, muy lejos de las piedras pequeñas del arroyo del camino. - Si.