César Rito Salinas
I
Morir por un amor resulta duro, significativo, pero morir de un no de amor resulta insobornable, definitorio.
Quisiera contar la desventura del tipo viudo -un poco despistado- que buscaba mujer; pudo imaginar pequeñas poblaciones a lo largo de la Costa Este, sus casas, la iglesia sola en la calle junto al río, bajo el cielo de nubes y mariposas a veces azul a veces blancas. Tres veces buscó mujer Poe, tres veces volvió por el camino del río con un no en los bolsillos. Murió ahogado en el alcohol, sobre una calle mediocre de Baltimore, el sitio del indigno (1849).
II
Danzan ligeras las llamas, buscan tu cuerpo; aprende a cuidar la planta de tus pies, a abrazar tu sombrero -nunca aprendiste-.
Ella dijo quiero arrojar a tu cabeza las cosas que tengo en la mano, el pan, el reloj, la cartera, la dona de mis cabellos, la plancha, la estufa; la taza, la jarra del café, las pastillas, los lentes, el poema (blablablablablablablablablablablablablsblablablablabla).
Se escuchó el silencio, puedo jurar que se escuchó el silencio sobre estas palabras:
Ella me juró amor eterno, dijo como prueba de su fervor:
Sólo te abandonaré por Robert De Niro. El domingo mientras caminaba a la tienda por el alimento de la perra recordé su juramento. Ya de regreso, en casa, escribí en el diario: “Ella se fue con Robert De Niro”. Él le dijo te amo loca; llena de ira dime que me amas. Ella guardó silencio, se sumergió en el pozo del silencio, no volvió al patio a recoger sus cuadernos que se quedaron bien desnudos, abiertos, ella dijo eres un mamón como mamones son tus amigos escritores y todos los que hacen el viejo escribir, tan antigua como vieja se encuentra esta pinche sintaxis (blablablablablablá). El viejo detuvo al joven a media calle. ¿Vendes Biblias?, usa corbata –dijo.
Él le dijo amo tu cabeza en la hora de los locos, ella dijo estoy triste y esta noche tú no remedias nada.
Por variar él contó la historia de los migrantes, para ocupar un espacio en aquella cabeza enloquecida, para hacer el tiempo de la paz dijo la historia de los dos migrantes que se convierten en desempleados; ella dijo tú no sabes contar, ¿por qué cambiaste valle de lágrimas por tierra de lágrimas?, pasados unos minutos ella dijo quiero dormir, no quiero pelear y acurrucó su cabeza en la almohada –blablablá-.
Entiendo que cuando existen las peleas resulta muy difícil callar, dejar el vicio de las palabras, suspender la impertinencia que te hace abrir la boca.
Ella se sumió en un pozo lleno de silencio, repleto de signos intraducibles, reclamos, él dijo necesito aprender a abrazar mi sombrero, aprender a cuidar aquello que me protege, la casa, los vidrios, las plantas que crecen junto a la ventana, ¿me enseñas?
III
Muchos años después, nadie precisa si dieciséis o veintiséis, un tren descarriló, en la desgracia arrasó con la lápida casi terminada en el taller del cantero, la hizo polvo.
Los bolsillos del muerto, el inmortal Poe, desde el inicio permanecieron con el puño de tierra, apenas algo más que aquel no que cargaba el hombre y su escritura junto al río a la vuelta de la casa de su no prometida –los familiares olvidaron colocar la moneda en la frente del difunto, el metal que guía el camino de los muertos; no obstante, esta historia que vine a contar -el signo de negación no se corresponde con nada en el mundo real como lo dice Wittgenstein.