César Rito Salinas
Las hormigas sobre el escritorio guían el poema.
1
Alguien grita tu nombre entre los cerros tras azoteas.
Tu nombre participa en el programa de radio que escucha atento el conductor del camión. La narración responde por tu nombre.
En la hora del aguacero la narración lleva tus siglas.
Mambo. los hombres deben hacer la guerra para conseguir un puesto de pollos rostizados en la esquina, hacer comercio los fines de semana, saludar a las clientas por su nombre (señito), vivir manso junto al humo de la leña que los mantendrá firmes.
La resolana es sabia para reconciliarse con el pasado; el puesto ambulante es el mejor sitio para prolongar la vida, calentar la palma de las manos sobre el rojo y el amarillo, fortifica los huesos desmemoriados, recibir en la noche todo el cansancio en la planta de los pies; prolonga la vida y agradece la mano que llega a socorrerte con el pocillo del café; prepara tu alma para su progreso, debería el hombre hacer la guerra por estas causas que alimentan la muerte tranquila. Yo habito el insano juicio, tengo la mala cabeza decía mi madre, me niego a todo esto, soy conflicto sin reconciliación, pena en brama: mambo que vuela mambo.
Los hombres deben hacer la guerra para conseguir un puesto de pollos rostizados en la esquina, hacer comercio los fines de semana, saludar a las clientas por su nombre (bonita), vivir manso junto al humo de la leña que arde mientras el humo se eleva lleno de convencimiento y alegrías.
2
La iglesia con lluvia, su techado empobrecido, dice tu nombre. En los días de Oceánica me dijeron que yo era adicto a las adicciones cruzadas, que mi inmadurez emocional era tanta que me ponían hasta las sustancias desconocidas por mi cuerpo. Salí de aquellos mares, estoy de vuelta.
Las horas de encierro y delirio terminaron. Ando limpio. En oceánica tenían razón. Soy adicto a lo que desconozco. Cambio mi conducta al contacto con la alergia. Con el aguacero me dan ganas de morderte. Con luna llena aúllo sin la curva de tu seno. Al mediodía alucino la sombra de tus caderas. Nada se iguala con la luz de tus cabellos teñidos de agosto y caoba. En la madrugada me pierdo entre las costillas y tu ombligo, deliro.
4
El campanario repleto de aguacero llama por tu nombre.
Hierve el pescado en el aceite.
El ojo enrojecido del anafre nos mira a todos, 20: 00 horas.
La noche se echa entre las hojas del almendro. Un foco de 100 watts alumbra la habitación sin repellar. La sábana blanca es la puerta tras la que se ocultan las miradas. Sobre la tela se extienden osos de peluche y pelotas azules. La luna se encierra en las ollas de barro para que no le piquen los zancudos. Los muchachos juegan básquet en la calle mientras un hombre les habla de Cristo.
¿Qué hacer para salir de esta calle esta la noche del puerto sin marineros? La luz mercurial llama a las hormigas con alas. Las palabras de la religión son la única salida de esta calle larga cargada de ojos y lenguas.
En el patio oscurecido se escucha la música salerosa. La carretera existe en el rugido del freno de los motores. Admisión, Compresión expansión y escape. Cuatro tiempos de la máquina. La escritura crece con el ladrido de los perros. La escritura viene a buscarme a esta banqueta.
Arde la noche de quincena en Lomas de Galindo.
El olor del pescado frito se expande entre el recuerdo del almendro que cabecea cargado de frutos y sueño. El olor de la tinta se extiende en la libreta, secreto como el olor del seno blanco de una adolescente. La gente se protege bajo lozas de 12 cm. El fruto del almendro madura al calor de esta noche entre el chirrido de la soga que sostiene la hamaca. La mujer cierra las piernas para que no le vean los calzones.
Las palabras del hombre de Cristo crecen entre el alumbrado público. El mundo es otro en la colonia bajo la luz mercurial y el canto de las ranas