César Rito Salinas
“Nacería del azoro, de la necesidad de darle una voz
frente al abismo” .
Ahora viene la música. Entre el dedo meñique de mi mano izquierda
Hay una relación impostergable que busca
mis dientes.
Este morderme las manos me acompaña desde niño.
En un tiempo solo fue eso, mirar la sangre.
Pero en cada gota de sangre existe la sombra de un beso.
Probar mi sangre,
untar mis labios con la roja materia mineral.
Al inicio de la primaria mi madre me daba una moneda
que yo alzaba a mi boca.
Caminar hacia el colegio con el sabor del zinc.
En la primaria, frente a la escuela, en la baqueta
Se mantenía un árbol de mango, hojas tristes,
Tronco reseco, ¿cómo darle compañía?
Antes de entrar a clase bajaba una cubeta con agua para alimentarlo.
El árbol ahí, en la calle, mi cuerpo de niño junto a él,
Con la cubeta roja entre las manos.
No entiendo el mundo sin mi sangre.
En la navegación marítima, frente a las pardas redes
Mis dientes buscaron mi sangre. Era el silencio.
El dorso de los peces estaba cargado con la música que produce
Esa mezcla del amarillo y azul, el dorado sanguíneo.
Puedo verme a la entrada del cine Rex, en Salina Cruz.
El viento fuerte rugía tras mis cabellos.
En la cama oscura de la ciudad, antes de cerrar los ojos,
Busqué mi dedo meñique de la mano izquierda
Como quien busca los sonidos de su pueblo.
Las calles descansan en la sangre.
En la Mixteca oaxaqueña las madres alimentan a sus hijos
Con liendres.
Cubren su cuerpo, sus ojos tristes frente la tierra extensa.
Mientras la luna amarilla aúlla como un cordero feliz.
Solo puedo mirar y comer mis uñas.
El que testimonia está dotado para el vasto silencio.
Entro a la madrugada con manos doloridas,
Encuentro salud cuando mis encuentran la música
Al golpear las mudas letras.
