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lunes, marzo 10, 2025

Lecciones con Platón

Reportajes

César Rito Salinas

Omóplato/Platón
Por amor habrá que meter el hombro,
cargar al mundo
Ante el mundo de carencias y privaciones los niños sueñan con escribir un libro donde caminen libres sus imaginaciones.
Ellos desaparecieron tras el Concierto de Cello de Dvorák, otra tarde de aguacero. En mis viajes por carretera los busco y no aparecen, el camino de esta tierra es escarpado y árido y el viento hace imposible que se reúnan las parejas. En la libreta del cuaderno azul encuentro un rastro de gardenias.
Ya nadie convoca a los ángeles desde que desaparecieron. Odio a la policía. Un día escribiré una novela donde se cuente su historia, lo sé. Pero no encuentro el tiempo para sentarme a escribir su historia. Tenía algunas preguntas que hacerles. ¿Si Corazón se llama Labios de Tequila, por qué Soledad también se llama Labios de Tequila?
El hombre era demasiado serio, podría pasar por un místico. ¿No sería mejor que se llamara Solead Labios de Mezcal?
Por ejemplo. Soledad tenía presencia de santo, quien lo veía esperaba que ocurriera en cualquier momento un milagro. Encuentro que los nombres de los personajes tienen su propia lógica. Me pregunto: ¿Será el infierno juntar a Labios de Tequila con Labios de Mezcal? ¿Habrá gente que soporte esa combinación? Tendré que solucionar cierta congruencia real en los personajes. No podemos incrementar desmesura y despropósito en la narrativa. Habrá que realizar el zurcido, a condición de que no se noten las costuras).
Praga, ¿a qué sitio les remite el nombre de Praga?
Si, los personajes de las historias llegan por pares, en oposición. El primer impulso es negar su participación en el relato. La voluntad humana compara, somos dados a comparar. Yo odio a la policía. Habitamos un mundo referenciado, poco singular. Obtenemos información para realizar los juicios que hacen posible la vida por acumulación y descarte, olvido, de ahí que siempre tropecemos con la misma piedra.

Las naranjas transpiran en el sueño de los enamorados. Las naranjas esparcidas como muertos en la calle, quebrados.
En la mañana amanecen húmedas de madrugada, repletas de pestañas satisfechas; los poros abiertos de dicha y placer. Los meseros andan en los bares de la ciudad cargados de poemas y sueños. Cumplen con diligencia los deseos de ebrios que cantan y alzan la voz (amigo, amigo, mi chela, por favor).
Los jóvenes meseros se protegen del escándalo con poemas que atan la transpiración, el peinado. Llevan cientos de poemas en la mirada. La bolsa trasera de los pantalones es el cementerio de las servilletas garabateadas de poesía (amigo, mi chela). Cuando vuelven a su miserable habitación le dicen poemas a la luna (chela, una chela).
Los jóvenes perros ladran a las estrellas. Tienen sexo con mujeres ebrias, desconocidas (¿cómo te llamas? ¿Me podrías traer una chela?). Las clientas. El mesero alimenta el alma de una adolescente que cree en la poesía mientras arrebata la cartera del padre burócrata, político, dirigente de partido (mi chela, amigo).
Los poetas rinden tributo al pueblo en los sitios clandestinos (chela). El mesero es el nuevo luchador social. El territorio de las aventuras justicieras es el puente, la ribera del río, el recibidor de una casa de citas. Así establecen el sueño de la sobrevivencia (chavo, mi chela). Los poetas amanecen con los párpados inundados de lágrimas y tumbas, venganzas por cumplir.

  • ¿Los leones?
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