César Rito Salinas
Saca toda la convicción de tu escritura de una película. Lo cotidiano forma acervo, tanto como Proust. Las películas, las series policiacas de la televisión se vuelven memorables entre los bandazos de una vida dura, tanto como los relatos de Hemingway o Carver, los poemas de Roque Dalton.
Se escribe para el lector del futuro, la escritura será la forma de evadir el tiempo. Anda, intenta, en la noche de los desvelos tira tu mejor golpe, encontrarán al viento.
La libreta sicotrópica con piel de cebra registra todo. La abuela en su aniversario 90 viste enagua roja, trenza verde. Se niega a encender las velitas en el pastel de cumpleaños. Habla para la libreta que registra los instantes del festejo, abuela.
La libreta en blanco y negro habita en el patio de la casa. “Yo casé a mi marido con una muerta”, dice y sonríe. De eso se trata este conservar los recuerdos, de respirar y que el mundo pase.
Interrumpo el sueño en la madrugada. Alguien silba en la esquina.
Ladrillos rojos. La lluvia sobre los cristales rojos. La mujer se adentra en el corazón del agua. La mujer no sabe estar quieta. El hombre aguarda que la mujer satisfaga su hambre de camino. La mujer y el hombre bailan sobre ladrillos rojos el viejo danzón de los locos.
Alguien silba. Escucho el silbido que viene de una fiesta. El baile silba en la madrugada, viene de la playa del río.
El silbido suena como galope de caballo en el empedrado. El Tentador silba con su cacho. El silbido viene de la esquina donde se drogan las sombras.
Para ser poema debe ser lenguaje literario, ese que no dice la vida o los sentimientos de la vida. Un poema dice del vacío del hombre o la dicha o las cosas que pasan entre suspiro y suspiro.
El aire fuerte silba en la madrugada, despierta a los niños que duermen en el piso. El poema artefacto suple la vida, los sentimientos de la gente en esta vida.
La libreta cabe en la jeme, registra el desvarío de la abuela. Los hombres que cierran los ojos en el beso son calientes, dice.
Harta de besos y a todas horas y cuando estés sola y cuando extrañes masturbarte en la playa o cuando reposes en la cama del motel satisfecha de semen y cuando ya no necesites el tatuaje con mi nombre o el nombre de cualquier hombre que camine o relampaguee entre tus piernas.
¡Fiesta, fiesta, fiesta!, dice abuela.
Silba la gente en el velorio. Los músicos silban. Los que juegan baraja mientras llega la suerte, silban. Silban los dolientes mientras esperan que termine el velorio. Silba la gente con cara de chango, de Diablo.
Los mentirosos silban.
El escribir orientado en tu vida es un principio, formar la agenda de tus propios compromisos con la expresión, el origen de la escritura. Este es tu asunto que te urge comunicar: el silencio que se extiende sobre en el patio de tus recuerdos, iluminado en la noche ingrata por un foco de 100 watts.
Los poemas memorables llegan en la tarde del bautizo o la madrugada del velorio, el tema no importa, el tratamiento no importa.
Sólo escribe orientado por el olor de la tinta barata que emerge en la libreta.