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jueves, noviembre 21, 2024

Letras para refrescar la memoria del gato Alejo

Reportajes

César Rito Salinas

Por estas fechas los reporteros sueñan con ser los propietarios de una mezcalería.

En los años 80 nadie buscaba ser reportero cultural; en los periódicos, el ascenso corría por estas vías: nota roja, información general y la cúspide, columnista en la página política. Que representaba entrar al club de los exclusivos, los que sostenían un ingreso de políticos y de los rufianes que aspiraban al gobierno.

Mis inicios fueron en El Sol de Oaxaca, su propietaria Ana Gloria que tenía como redactor en jefe a López Torres, que era poeta.

El primer día de trabajo con el jefe Willy nos fuimos a tomar unas cervezas al Semáforo, la cantina que estaba a la vuelta del periódico -impreso que abría sus puertas en la Avenida Independencia.

– ¿Qué sabes hacer?

– Nada, detesto la política, escribo poemas.

La primera tarde que entregué el material lo hice platicado.

– ¿Qué te dijo?

Y pude ver a López Torres levantar la mano de la máquina -una pesada Olivetti de carro largo, de contabilidad-.

Fueron los duros días del aprender un oficio, el de tundemáquinas.

En las instalaciones de ISSSTE Cultura, en el mismo espacio que ahora ocupa un restaurante, me tocó romper el cascarón. Entrevisté a Ofelia Medina, la actriz.

Aquella noche estaba tan nervioso que en la diminuta grabadora, junto a la hermosa mujer de mirada penetrante, no pude o no supe poner el play.

Desde ese tiempo no confío en las máquinas para las entrevistas, confío en mi memoria; la grabadora falla. Más de un celebrado reportero en activo lo podrá afirmar.

De aquella grabación fallida un grupo de amigos me ayudó a redactar aquella no-grabación.

 – Cuenta -dijeron entre la primera y tercera cerveza.

Así supe de la escritura colectiva, conversada.

Entregué el material, no me fue mal. Por aquellos años la línea editorial de los periódicos no contemplaba como noticia importante lo que dijeran en la comunidad cultural, eran notas de relleno. Pero a la Medina le dieron primera plana.

Antes y ahora en esta ciudad no cuenta lo que dicen los artistas, a nadie le interesa.

En aquella redacción de tubos de luz intensa, muros pintados de beige. donde se escuchaba la imprenta, que estaba encerrada en el cuarto contiguo, se escuchó la voz de poetas, narradores, músicos.

Al salir del trabajo aboyamos por la cantina de Susy, dueña de la quincena de muchos reporteros.

Por donde se le vea, resultará bueno contar con un poeta a la cabeza de la redacción; son enamorados de la rutina y las palabras, que en las madrugadas de cierre de edición pueden llegar a ser buena fórmula.

Con estas referencias quiero decir que vengo de la disciplina del diarismo, del uso de la memoria, una retentiva de loco o de perro -nunca pierdo la presa.

Así llegué en aquel 89 del siglo pasado a la poesía. Que ya la traía, ya estaba conmigo, pero estaba oculta como mal venéreo.

Entré al premio de poesía Casa de la Cultura Oaxaqueña, el estatal de poesía; el certamen tenía como presidenta del jurado a la doctora margarita Daltón Palomo, ella me dio la patada inicial.

Por estos días ando tras la novela, la crónica de formato extenso. Periodismo narrativo, le dice; ahora me entero.

Las notas con recurso literario ya lo teníamos practicadas con López torres, el poeta. Y en los 80, a mediados, cuando inundaron la ciudad las oficinas de prensa, los jefes de prensa, fue el lugar donde nos ocultamos mientras pasaba aquel torbellino de oficialismo.

Así las cosas.

Oaxaca conserva la tradición de nombrar su entorno, de encontrar la dicha en acercarse a las letras, juntar palabras, nombrar el ambiente. Y las cosas no van tan mal, la gente se defiende. Le busca; quizá encuentra el camino de la fama.

Me quedé por acá, en las madrugadas le busco el tono a las historias. Y escribo, le busco el modo -la cara a la piedra.

Estoy contento, activo.

Por ahora escribo novela, y notas pequeñas. Que no hay diferencia alguna que venga por la extensión, resulta lo mismo, el puro gusto de masticar sílabas, significados; ya no bebo, pero me gusta acercarme al ambiente de la gente ebrio, enloquecida de alcohol. Será que las letras encuentran significados en la sinrazón de los borrachos, los dementes.

Será que no plerdo el gusto por ser reportero cultural.

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