César Rito Salinas
Uno escribe lo que puede, no lo que quiere.
Si uno escribiera lo que quisiera seríamos Dante, Borges o García Márquez. Uno se forma la idea de la literatura por referencias de lectura, decimos que tal o cual escritor nos parece con dotes singulares porque uno lee a partir de sus propios recuerdos, su experiencia. Así decimos que nos gustan los poemas de amor, de traición o cierta poesía de los héroes o canciones que hablan del amor a la tierra porque esas palabras utilizadas en la forma del relato o el poema están presentes en nuestra memoria, forman nuestro acervo del lenguaje.
Lo que llamamos “realidad” está hecha de palabras.
Al hacer nuestra vida cotidiana nunca medimos la potencia de la palabra “foco”, “Layca”, “Juan” o “García Vigil”.
Estas palabras se juntan en nuestro cerebro en micras, milésimas de segundo y otorgan una relación, un orden y utilizamos en un instante nexos, conexiones que arman lo que conocemos oración, una fórmula, un orden determinado donde se incluyen términos como Sujeto, Verbo, Predicado, Complemento Directo.
El trabajo de nuestro cerebro será completar la fórmula o rehacerla. A esto lo conocemos como proceso creativo, el instante en que el sujeto pone de su ánimo para dar “un nuevo orden”, la nueva relación de sentido. Esta operación mental, rearmar el orden o el proceso creativo la podemos hacer todos, está en nuestro cerebro realizar esa función, se llama imaginación.
El lenguaje resulta un bien común, no tiene dueño, los hablantes somos los dueños y podemos hacer un uso específico de ese lenguaje nuestro.
A esta operación la llamamos “literatura”., al uso específico del lenguaje.
Así podemos decir las “cansadas bibliotecas”, para designar al usuario del espacio que dispone de libros. Y ese uso específico del lenguaje lo relacionaremos con la forma gramatical del Oxímoron -el uso de palabras opuestas para dar significados nuevos que caracteriza a la escritura de Borges.
Debemos tener claro que lo que kllamamos lenguaje es el uso de dos en dos de las palabras. Hay leer ta,mbién se guarda el mismo procedimiento, una palabra tras otra palabra, tas otra.
Al escribir también,
Nuestro cerebro solo procesa de dos en dos las palabras. Nadie lee una página, una línea, un párrafo. Solo podemos entender, relacionar, interpretar al hacer la suma de una en una las palabras. Buenas tardes.
¿Cómo te llamas?
¿Dónde vives?
El uso específico del lenguaje, lo que llamamos literatura, nos deja como en la infancia, en la etapa en que aprendimos a sumar sílabas en el “parvulito” -donde acuden los pequeños de edad.
Las palabras vuelas sobre el lomo de las palabras.
Esta es la clave de la escritura, el trabajo, la suma de dos en dos de las palabras que cobran nuevo sentido.
Dante escribió al inicio de su gran aventura, “a mitad del camino”.
¿Qué es para Dante esta expresión escrita?
En el mil 300 la expectativa de vida de un hombre eran los 70 años, a “mitad del camino”, nos dicen los especialistas en la Divina comedia, serían los 35 años. Esta es una edad en que se muestra la fuerza, el arrojo, el valor para amar y parta realizar empresas nunca vistas como el descender a los infiernos y regresar vivo a contar la aventura.
¿Este uso específico del lenguaje es una particularidad de las mentes destacadas?
No, en la tradición oral utilizamos las metáforas de forma cotidiana, más de lo que nosotros imaginamos o logramos darnos cuenta.
Ejemplos:
- Con este calor no me sube el agua a los tinacos.
- Si ella no está siento morir.
- Maestro, el mezcal salió “cabezón”.
¿Qué es aquello que forma el lenguaje?
El uso, y los escritores.
Antes mencionó la palabra “párvulo”, hoy no la mencionamos, decimos “infancias”.
Sin saberlo repetimos el lenguaje literario, en el orden de la semántica se les conoce como “prestamos”.
Decimos “infierno”, decimos “gloria”, decimos “amada”, decimos “beso”, Y no alcanzamos a distinguir que la expresión del “amor romántico” nos viene de Petrarca, en otro tiempo al beso se le conocía como “ósculo”.
Las palabras tienen alma, partamos de este hecho.
Existe un origen greco latino, galo, lusitano, magrebí, nahuatl, anglo.
Nuestro lenguaje es de uso, este es el hecho con el que se puede incidir: Decimos <Frida y nos entienden, decimos gringo y también se nos entiende a no ser que nos refiramos a esa parte de la llanura argentina que se conoce como la “pampa gringa”, donde se ubica el pueblito campesino de donde es originario ese gran escritor que se llama Juan José Saer, Serodino.
La mención de Saer me permite hablar que la ecuación que realiza el cerebro para dar sentido a lo que se lee o se habla, cuenta con una geografía, un territorio.
La forma de relacionar las palabras tiene su origen en nuestra tierra, el lugar donde nacimos. Soy de un pueblo, Tehuantepec, donde mi madre analfabeta tenía preferencia por ese españo, que nos trajeron los conquistadores, un español del siglo XV.
Al ser bilingüe hablaba con base de las metáforas.
En mi adolescencia me decía: levanta tu cuarto (recoge tu ropa), no busques “perro muerto” en la calle (no busques la mala influencia, no vuelvas borracho).
El territorio que nunca abandonamos es el lenguaje que nos proporcionó nuestra madre.
No lo abandonemos, volvamos a esas palabras y sabremos mencionar el territorio que nos es necesario expresar por escrito, fijarlo más allá de nuestra memoria.