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viernes, septiembre 20, 2024

Los delirantes días de abril

Reportajes

César Rito Salinas

Un hombre atraviesa la esquina de la calle con una nieve de mamey en un vaso desechable. Zapatos con suela de baqueta. Arde el sol en la cabeza de la gente. Las mujeres puntuales que esperan a sus hijos a la salida de la escuela miran al hombre atravesar la calle y se les hace agua la boca. Es grande la tentación de una nieve de mamey en las manos del hombre que desafía al sol protegido por unos lentes negros y su camisa blanca de lino crudo, manga larga. 13:30 hrs. La lumbre en la esquina. El hombre camina en la calle, sin sombrero.
La figura del hombre se levanta entre mototaxis, bicicletas, camiones del servicio urbano. Desde la sombra las mujeres voltean a ver al hombre de la nieve de mamey en la mano y los lentes oscuros, sin sombrero, mientras hablan entre ellas del precio de comestibles perecederos, los beneficios de la fruta de temporada en la piel; de afeites, cremas para combatir el bigote, el bello en la axila y que definen la línea del bikini para siempre, y espantan a las moscas y a los perros que las cuidan a la hora del calor cuando salen de su casa para ir por sus hijos a la salida de la escuela primaria.
Tony El Mostro

“Quisiera dar una patada, pero no volteo”. Suena Omara Portuondo y Maria Bethania en los cables del audífono.
Primeros días de abril con sol y marro de a diez.
El sol quema con ira de mujer celosa la sombra de las adolescentes que se escurren por la calle en pantalones cortos y camisetas de dormir, multicolores. Tony el Mostro observa. El día avanza en tres ruedas que sostienen la diminuta campana con que Nevero espanta el sueño de posibles clientes.
El camión urbano es una mancha verde este uno de abril.
Los mototaxis existen mientras una mujer de pantalones cortos quema sus piernas al sol. Primero de abril. Tony el Mostro espanta a las mujeres. Este soltero maduro juega con los niños de la colonia.
Este hombre con los cabellos cortados a rape, ojos de espanto, andar de alucinado, es el viejo migrante que cogió con negras en Los Ángeles y regresó a cuidar la vejez de su madre. Este es el hombre que se atreve a salir a la calle bajo los rayos de abril. “El silencio me mata”, dice mientras bebe su mezcal y cuenta historias de viejos tomadores y adolescentes casi niños, homosexuales que entretienen tiempo y miseria con sus amores veloces en la Casa Amarilla. Bebe mezcal de un marro de diez.
Toma sorbos de Coca-Cola en lata. “Yo no combino”, dice. Bebe su trago. Uno de abril. Cantan Omara Portuondo y Maria Bethania sus canciones de amores difíciles. Sus canciones de cuna.
En las calles de San Martín una mujer pasa y sonríe a Tony el Mostro, caliente; coqueta ella bajo la luz del sol con su vestido blanco que trasluce sus calzones blancos.

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