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jueves, septiembre 19, 2024

Los días del perro amarillo

Reportajes

César Rito Salinas

Llevo demasiados días en silencio, ahora hablo con el perro amarillo, con él converso sobre los sucesos del día.

La tierra es la misma, aquí o en indonesia.

A esta tierra uno puede regresar con la mujer que ama y vencer todos los miedos.

El amor engrandece al hombre.

La tierra produce piedras y sombras; en este sitio del globo campea la luz que abre la puerta de las sombras.
Llevo demasiados días en silencio. Soledad. ¿Será que la imaginación produce el alimento del alma ante tanta quietud frente a nuestras manos?

En los climas templados hay una luz que abre el espacio infinito entre todas las partes que constituyen el cerebro. Y alguna de ellas gusta de otra para comenzar el pleito infinito, una guerra sin cuartel. Malcontento.

El viento que corre entre los árboles despierta un miedo profundo, inesperado; en el instante en que una mitad del cerebro declara la guerra al cuerpo que lo contiene, y siente ese miedo. El cuerpo se convierte en una amenaza para el cerebro. Esto ocurre con el extranjero, de pronto se saben rodeados de gente que le inspira desconfianza, mujeres y hombres con ojos de lagarto que simulan no verle.

Es la hora del delirio de persecución.
Hombres de lentes oscuros vestidos con traje de tela corriente. De pronto me veo perseguidos por el gobierno, en esta tierra no hay industrias y todos trabajamos para el gobierno. Se miran envueltos en trámites aduanales infinitos. Para defenderse de toda esta angustia, el extranjero sólo tiene un pedazo de papel, una posesión insignificante donde está escrito su nombre en una lengua que nadie habla.

Para las mujeres y hombres nacidos en esta tierra sólo les basta la soledad de la luz y las sombras para abrir las puertas del espacio infinito, el silencio.

A las piedras verdes de la esquina llegué buscando el silencio de las sombras del almendro. Me hicieron ojo, pisaron mi sombra. Una mujer me robó mi aliento con su beso, lo hizo una bola de estambre con sus manos y lo metió entre sus senos. Yo caminé hasta aquí para perderme.

Mi deseo fue extraviarme, desde la infancia obedezco a mis deseos.

Cuando esto ocurre, el miedo, la desmesura, la puerta abierta del alma, se mantiene frente a mi persona la transparencia sosegada de la botella de mezcal.
Y yo me convierto en el individuo que obedece a su mano.

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